¡Nuestra familia xaveriana está de fiesta! Celebraremos el próximo sábado 30 de octubre de 2021, los votos perpetuos de cinco de nuestros hermanos, son ellos: Enedino Calixto, Everson Kloster, Gilbert Kahasha, Ignacio Torres y Roberto Vega.
En el documento conciliar Perfectae Caritatis (1965), en el cual se habla de la renovación conveniente de la vida religiosa, se menciona que la Vida Consagrada, con la profesión religiosa y la vivencia de los consejos evangélicos: castidad, pobreza y obediencia, se vuelve profética. Esto se expresa gracias a la presencia de tantos hombres y mujeres generosos que, sin reserva alguna, se entregan al servicio del Reino de Dios a través del culto divino y el servicio de la caridad realizado en favor de sus hermanos, especialmente entre los más débiles y pobres de la sociedad, lugares de primer anuncio en donde se manifiesta la llegada del Reino de Dios presente y actuante en medio de ellos.[1]
En relación a la castidad, ésta entendida como la manifestación de la entrega total a Dios con un corazón indiviso que anima a ejercer una respuesta de amor total hacia Él y hacia los hermanos,[2] los religiosos deben entender y considerar este consejo evangélico como un don proveniente de Dios que Él les otorga no sólo para preocuparse de las cosas del Señor y para encontrar la manera de como agradarle (Cfr. 1 Cor 7,32-35),[3] sino para encontrar la forma de hacer visible ante toda persona que, así cómo es posible amar a Dios por encima de cualquier otra cosa o amor, es posible amar al prójimo, como expresión del Reino de Dios, a través de las diversas obras de caridad y acciones de solidaridad que se tienen hacia ellos.[4]
Claro está que para alcanzar dichos fines, es necesario que todo consagrado viva sus momentos de oración personal y comunitaria para que éstos lo lleven no sólo a buscar, amar y ver a Dios en todo y en todos, sino a ejercer su profetismo a partir del ejercicio de buscar el bien por sus semejantes más necesitados. [5]

De esta manera, el consagrado llegará a ser un profeta en medio de la sociedad si, a partir del encuentro íntimo con Cristo, le hace ver que es posible llegar no sólo a la construcción de una sociedad más justa, humana y fraterna, sino, incluso, terminar con toda clase de esclavitudes humanas y espirituales que llegan a esclavizar al hombre debido a las tendencias deshumanas que su propio contexto social y cultural le presentan.
En lo que concierne a la pobreza, siendo Dios la única riqueza verdadera para el consagrado,[6] toda persona consagrada del hoy, junto con su comunidad religiosa, a ejemplo de Jesús que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos desde nuestra pobreza (Cfr.Fil 2,6-7), son invitados no sólo a cultivar y tratar de vivir este consejo evangélico apasionadamente, sino a dar un verdadero testimonio profético del voto que han profesado viviendo de una manera sobria, sencilla, hospitalaria y sin la obtención de un materialismo excesivo tanto al interior de sus comunidades como al exterior de las mismas, pues ante las periferias existenciales en las cuales ejercen su apostolado proféticamente están llamados a no ser indiferentes ante las necesidades de sus hermanos más desfavorecidos por la sociedad, sino a ayudarles a obtener una vida más digna a partir de sus propias posibilidades y esfuerzos.[7] Vita Consecrata expresa: “No son pocas las comunidades que viven y trabajan entre los pobres y los marginados, compartiendo su condición y participando de sus sufrimientos, problemas y peligros”.[8]
Y con el voto de obediencia, vivido a imitación de Cristo que vino a cumplir la voluntad del Padre (Cfr. Jn 4,34; 5,30; Hebr 10,7), tomando la forma de siervo (Cfr. Fil 5,8), el religioso no sólo ofrece a Dios la total entrega de su voluntad, como sacrificio de sí mismo, sino se entrega confiado a sus superiores, representantes de Dios, para ser conducido y enviado, como propagador del Reino de Dios, a servir a sus hermanos proféticamente en quienes encuentra a Cristo a través del ejercicio de la vida fraterna, de sus obras de apostolado y de los compromisos pastorales y comunitarios que éste realiza regularmente.[9]
En sí, frente al hecho de la profesión de los consejos evangélicos y la vivencia de cada uno de ellos proféticamente, Vita Consecrata aconseja y pide encarecidamente a la Vida Consagrada a que profundice continuamente el don de los consejos evangélicos que han recibido con un amor sincero e integro que lleve a todo consagrado a vivir los valores del reino, los cuales, se expresan proféticamente en la cercanía, la solidaridad, la confianza, el amor y el respeto que una persona le puede manifestar a su prójimo, independientemente de su condición social, como un signo de la presencia viva del Reino de Dios en medio de la sociedad.[10]
Con lo dicho anteriormente, se puede concretizar y tener la esperanza que la Vida Consagrada continuara ejerciendo su profetismo sólo si las congregaciones religiosas y cada uno de sus miembros son coherentes con su estilo de vida, con su carisma congregacional y con su continuo anuncio profético del proyecto del Reino de Dios en medio de la sociedad en la cual se encuentran insertas.
Roberto Vega Juárez S.X

[1] Documentos completos del Vaticano II en Perfectae Caritatis, Parroquial, México, 1991, pp.300-301.
[2] Cfr. Juan Pablo II, Vita Consecrata, Parroquial, México, 1996, p.33.
[3] Cfr. Documentos completos del Vaticano II en Perfectae Caritatis, Op. Cit., pp.305-306.
[4] Cfr. Juan Pablo II, Vita Consecrata, Op. Cit., p.161.
[5] Cfr. Ibíd., p.161.
[6] Cfr. Ibíd., p.33.
[7] Cfr. Ibíd., pp.163-164.
[8] Ibíd., p.164.
[9] Cfr. Documentos completos del Vaticano II en Perfectae Caritatis, Op.Cit., p.307.
[10] Cfr. Juan Pablo II, Vita Consecrata, Op. Cit., p.33.
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