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Hacia un proyecto común de formación

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Congreso continental de los formadores en América Latina

(Escuelas Apostólicas, Seminaristas en Familia, Propedéutica, Filosofía y Noviciado)

Curitiba, 6-11 Marzo 2017

HACIA UN PROYECTO COMÚN DE FORMACIÓN PARA AMÉRICA LATINA: Reflexiones, desafíos y propuestas.

Después de haber compartido nuestras actividades y contenidos, y después de haber reflexionado sobre la formación en nuestras Circunscripciones, presentamos algunas líneas de trabajo que esperamos puedan animar y guiar nuestro trabajo formativo. Estas orientaciones prácticas van interpretadas y aplicadas contextual y gradualmente de acuerdo a los niveles formativos.

Llamados a manifestar nuestra fraternidad xaveriana en las comunidades de América Latina (AL), ofrecemos nuestra humilde aportación teniendo como marco de referencia sea las mismas palabras de San Guido M. Conforti, sea el Documento final de la V Conferencia General del Episcopado Lationoamericano y del Caribe (CELAM): "Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida", inspirado en un pasaje del Evangelio de Juan "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6). Este documento, mejor conocido como el Documento de Aparecida (DAp) y del que en estos meses estamos celebrando los diez años de publicación, nos indica los elementos no negociables, a partir de AL, para una evangelización que respete y valorize la cultura del continente y para la formación de misioneros ad gentes, ad extra y ad vitam. Es por eso que cada número (apartado) empezará con una cita del Documento de Aparecida (DAp) y terminará con algunas palabras de nuestro Fundador, San Guido M. Conforti.    

1) EL FORMADOR

En la actualidad de América Latina y El Caribe, la vida consagrada está llamada a ser una vida discipular, apasionada por Jesús, camino al Padre misericordioso, por lo mismo, de carácter profundamente místico y comunitario. Está llamada a ser una vida misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo, radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual y los senderos de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la entrega de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y martirio de tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia del Continente. Y al servicio del mundo, apasionada por Jesús vida del Padre, que se hace presente en los más pequeños y en los últimos a quienes sirve desde el propio carisma y espiritualidad” (DAp 220).

El formador es apasionado por Jesús. Por lo mismo asume sus compromisos de educador como amigo de los jóvenes, que camina con ellos, paciente y benigno como Jesús en el camino con los discípulos de Emaús. El formador no se presenta al joven de América Latina como el don absoluto de la verdad, sino como transparencia del único Maestro y en su nombre lo conduce al Padre. Entonces es muy importante que el formador conozca el contexto de cada uno de los formandos (proveniencia, cultura, familia,…) viviendo él mismo esa dinámica típicamente misionera del quitarse las sandalias y caminar junto con ellos desde su realidad, ayudándolos a descubrir la vocación que Dios les tiene encomendada.

El formador es apasionado por Jesucristo misionero del Padre. Aunque no sea un requisito indispensable, sería muy bueno que, en la medida de lo posible, el formador haya tenido una experiencia misionera ad extra y ad gentes para transmitir la pasión por la misión “mediante el testimonio y la palabra” (Cf. C 52 y RFX 36). En la vivencia cristiana de nuestro continente, la dimensión profética es fundamental. Por eso es importante que el formador comunique con su testimonio la alegría del “salir” como afirma el 19b de las Constituciones: “En virtud de tal voto nos obligamos a ir efectivamente a la misión y a trabajar con total dedicación por la evangelización de los no cristianos. La salida a misión es vivida como acontecimiento pascual de una vida que se abandona y de una nueva vida que se empieza...”. Aún más importante es que el formador esté convencido del proyecto formativo xaveriano y lo haya abrazado de todo corazón. Transmitirá así con su presencia, a través de la confianza, del cariño y atención a los formandos, lo bonito y lo grande del carisma xaveriano.

El formador es apasionado por Jesús Verdad del Padre. El ser formador es ya una manera de vivir la misión. Por lo mismo está siempre en actitud de escucha, listo para aprender y dejarse ayudar; habilitado a relativizar esquemas y métodos, escuchando o “apretando” cuando sea necesario; siempre dispuesto a reflexionar sobre las propuestas de los jóvenes para evaluarlas y acogerlas cuando válidas. Es verdad que nadie nace formador, pero quien es designado a realizar este servicio sea consciente de las exigencias y, en lugar de renunciar el cargo asignado, pida las debidas capacitaciones reconociendo humildemente la necesidad de una preparación. Como dice el dicho: “Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados”.

El formador es apasionado por Jesucristo. Por lo mismo ama la familia xaveriana como don de Dios a la Iglesia, estudia su historia, su espiritualidad y su magisterio que existe en ella y que se ha ido formando a lo largo de los años. Sentirá el “deber grave e irrenunciable” de “conocer y revivir en la propia experiencia espiritual la experiencia del Espíritu vivida por Mons. Conforti”, como parte fundamental de su compromiso formativo (Cf. RFX 36). Al mismo tiempo, es importante que el formador experimente el alto valor misionero de la actividad educativa, se sienta satisfecho del servicio que hace cultivando la esperanza de que entre los formandos hay varios misioneros en potencia (Cf. RFX 16).

El formador es apasionado por Jesús Vida del Padre “que se hace presente en los más pequeños y en los últimos a quien sirve”, particularmente en la historia y cultura del país en que es llamado a actuar. Por lo mismo, más que cualquier otro, el formador xaveriano debe meditar y orar la Palabra de Dios para “leer con los hermanos, entre los cuales trabajamos, los designios de Dios en los acontecimientos de la historia” (C 44). Para él la cultura es el mensaje que el Padre envía a la humanidad. Cultiva un “hábito de mirada empática respecto al pueblo, la cultura local y la manera de vivir la fe de parte de la gente, evitando las continuas comparaciones con la propia realidad de origen, desarrollando la capacidad, necesaria para el misionero, de aprender y de dejarse educar por la nueva cultura” (RFX 103b). Simbólicamente hablando, el trabajo del formador consiste en establecer un puente entre la propuesta del seguimiento de Jesús en la Familia Xaveriana y la cultura y la sociedad en la que se encuentra y de la cual los mismos jóvenes son portadores.

Para alimentar su pasión por Jesús, el formador nunca tiene que olvidar lo que dijo San Guido M. Conforti: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; todo aquel que me sigue no camina en las tinieblas, dijo el Divino Maestro. Esas palabras nos deberían persuadir respecto al deber de que hay que mantener siempre la mirada fija en Él, como modelo incomparable a imitar...” (La Parola del Padre, in VITA NOSTRA 1919 p. 25).

2) FORMADORES Y DISCERNIMIENTO

La pastoral vocacional, que es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, comienza en la familia y continúa en la comunidad cristiana, debe dirigirse a los niños y especialmente a los jóvenes para ayudarlos a descubrir el sentido de la vida y el proyecto que Dios tenga para cada uno, acompañándolos en su proceso de discernimiento. Plenamente integrada en el ámbito de la pastoral ordinaria, la pastoral vocacional es fruto de una sólida pastoral de conjunto, en las familias, en la parroquia, en las escuelas católicas y en las demás instituciones eclesiales” (DAp 314).

El discernimiento es un don del Espíritu Santo que debe ser invocado constantemente. Es un arte que hay que aprender siempre y ejercitar en el servicio de acompañamiento y formación del camino vocacional de cada xaveriano, en la formación de base y en la formación permanente. En primer lugar, al joven candidato mismo “le compete el discernimiento de su vocación con la ayuda de sus formadores” (RFX 115).

En América Latina hay que dar especial atención a la situación concreta del joven, su nivel de religiosidad, la experiencia familiar, la formación humana, la conciencia vocacional, para que cada proceso de discernimiento se dé a partir de un conocimiento de su realidad. Entonces, es muy importante conocer el marco referencial de los valores y potencialidades del joven desde su historia personal. Esto permitirá de ayudarlo a fortalecer su propia personalidad en la que crezca, madure más y más como sujeto de la propia santificación y asuma gradual y cordialmente la identidad xaveriana.

El formador vive en una comunidad que, en su conjunto, “posee una valencia educativa insustituible” (RFX 133) y que también es responsable de la formación. Por lo tanto es necesario que haya diálogo y colaboración con los otros miembros de la comunidad, incluso delegando a veces algunas de las actividades formativas (pláticas, retiros, temas formativos, deporte, hobbies,etc.). Por otro lado, hay que tener en cuenta lo que la RFX nos sugiere a proposito de las diferencias y de la interacción que debe de haber entre comunidad formativa y equipo formativo; diferencias que están claramente expresadas en RFX 133-147. En otras palabras nos referimos a un trabajo en conjunto, que no deja a los formadores solos en su responsabilidad y que permite una mayor continuidad en el trabajo formativo, también en ocasión de los cambios de formadores.

Se aprovechen los encuentros de formación a nivel regional que permiten analizar y reflexionar en conjunto sobre las diferentes etapas de la formación y juntos hacer que el camino educativo se desarrolle de modo progresivo y unitario (C 55).

En esta misma línea, hay que crear e incentivar el uso de instrumentos concretos de formación permanente para los formadores y para toda la comunidad regional, así que la comunidad entera colabore y participe más y mejor a los programas de formación promovidos por la Congregación. ... La acción educativa es obra de todo el Instituto, de cada una de sus Circunscripciones y de cada uno de sus miembros. Incluso cuando, de hecho, sólo algunos hermanos estén encargados directamente de ésta tarea, deberán desempeñarla en nombre y en sintonía con los ideales y la vida de la Congregación. Por consiguiente, es fundamental que los valores y las costumbres que los formadores, a menudo fatigosamente, vayan proponiendo, no sean luego negados por los contra-testimonios de algunos hermanos o por la Congregación en su conjunto” (RFX 107).

Para el discernimiento, otro elemento muy importante es que el formador facilite las herramientas necesarias para que el joven llamado aprenda a conocerse a sí mismo y, en su decisión de ser misionero, se haga siempre más sensible y disponible a la voz de Dios. Mucho hay que insistir en educar la capacidad del joven para organizar su jornada en relación al horario comunitario y a su propio proyecto de vida. De mucha ayuda son el conocimiento y el uso de los materiales que nuestra Congregación ofrece para acompañar el servicio de los formadores (le Ratio –incluso las Ratio de cada Región, il Vademécum, i Quaderni Formativi, gli ATTI degli Incontri Continentali dei Formatori, etc.).

Para ayudarse mutuamente, hay que compartir más con los formadores de otras regiones los materiales que se están usando. Esto permite una mejor creatividad y actualización de nuestras prácticas y técnicas en cuanto a los materiales de formación que empleamos y a las formas de transmitir los contenidos.

Para poder ejercitar “el arte del discernimiento”, el formador deberá ser dotado de una particular capacidad contemplativa que lo habilita a descubrir las fuerzas y las debilidades en el camino del candidato, más allá de las apariencias. Así se expresaba San Guido M. Conforti: “Hermanos queridísimos. ¡Si supiéramos qué tesoro de pensamientos y de afectos está escondido en cada uno de nosotros! Esta virtud riquísima, que quizás esté en el fondo de su corazón, si ustedes dejaran que fuera fecundada por la gracia divina y las obras de ustedes, ¡cuánto serían ustedes distintos! ¡Quién sabe en cuántos de ustedes se revelaría una gama amplia y riquísima de pensamientos y afectos divinos de los cuales ahora ni se dan cuenta!” (1921, 27 de marzo, Parma).

3) VALORES y DESAFÍOS CULTURALES

Así nos ocurre también a nosotros al mirar la realidad de nuestros pueblos y de nuestra Iglesia, con sus valores, sus limitaciones, sus angustias y esperanzas. Mientras sufrimos y nos alegramos, permanecemos en el amor de Cristo viendo nuestro mundo, tratamos de discernir sus caminos con la gozosa esperanza y la indecible gratitud de creer en Jesucristo. Él es el Hijo de Dios verdadero, el único Salvador de la humanidad. La importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad, consiste en que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. “Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad” (DAp 22).

Valores y desafíos culturales son parte del patrimonio de la personalidad de cada individuo. Al comienzo del camino formativo, los formadores consideren seriamente las expectativas de los candidatos e intenten comprender las raíces culturales de estas expectativas. Esto ayudará mucho a clarificar los objetivos del camino formativo del joven y a purificar gradulamente sus intenciones. Valores y desafíos culurales deben ser acogidos y enfrentados con empatía y serena sabiduría, transformándolos en momentos educativos, incluso los retos y eventuales experiencias negativas. Todo, a partir de las exigencias evangélicas y, más concretamente, de las exigéncias de la vocación misionera xaveriana.

Se necesita un cordial conocimiento de la cultura y de las tradiciones locales que el joven trae consigo. Hay que respetarlas, por ejemplo, por lo que se refiere a comida, idioma, relaciones, devociones, fechas significativas, cantos… (por ejemplo: nostalgia y abrazo son dos palabras fundamentales para entender, en síntesis, la cultura de Brasil en sus diferentes manifestaciones). No hay que despreciar ni exagerar lo que estas tradiciones son, y así favorecer poco a poco una síntesis o un “equilibrio” cultural y emocional en el joven colocándolas dentro de la perspectiva vocacional. Además, la religiosidad popular debe de ser valorada, sin olvidar que “hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular»” (EG 70).

Desde el punto de vista más estríctamente xaveriano, el formador guíe y anime al joven a conocer y valorar su propia cultura. Eso dará capacidad al candidato para poder adaptarse a nuevas culturas valorando lo que tiene y lo que él mismo es. Al mismo tiempo, es muy importante educar progresivamente el candidato al desapego de la propia realidad cultural, a ensanchar sus horizontes, a ser capaz de inter-empatía apreciando la riqueza de la diversidad cultural. En efecto, hay una grande diferencia en educar una persona a “funcionar” bien en su propria cultura y entrenarla a “funcionar” como persona intercultural.

También en América latina, la familia permanece como elemento referencial notable para el proceso de maduración afectiva y espiritual de cada persona. Normalmente, la vocación nace y se desarrolla en la familia o en la comunidad parroquial de proveniencia… De hecho, aún cuando no se tiene, la familia permanece como nostalgia y sueño. Para el bién del estudiante, es necesario que el formador conozca la familia de cada uno. Es muy importante que el formando se sienta aceptado y comprendido, aún dentro de las posibles crisis que experimentó en su familia. De esta manera, el formador lo puede acompañar, conforme su historia y sus necesidades, a descubrir el llamado de Dios en él, sin juzgarlo, ofreciéndole el acompañamiento necesario en los diferentes aspectos (pedagógico, académico, espiritual, psicológico, etc.).

En su itinerario formativo, el joven es invitado a abrirse a su nueva Familia, la Familia Xaveriana, que está orientada a la misión y que, al mismo tiempo, es signo y experiencia viva de la fraternidad universal querida por Cristo: “una sola familia cristiana que abarque la humanidad” (LT 1). Aunque el concepto de "familia" aquí ya no lleva el sentido más original del significado (el de hogar), el joven descubre y acepta que la familia Xaveriana no es perfecta, sino que está en el camino de alcanzar el sueño de Dios para establecer nuevas relaciones que hasta pueden rebasar los lazos más profundos de sangre (cfr RFX 52-54). Parte importante de este proceso es educar también a la familia del joven para que comprenda, acepte y participe en el carisma misionero de la Congregación.

El formador ofrezca instrumentos (periódicos, noticias en tv, revistas misioneras, ...) que ayuden a los jóvenes a conocer y analizar la realidad, abriéndose a otras culturas y a la globalización, iniciando a los candidatos a un uso sano y competente de los nuevos medios de comunicación, incluso internet.

Nuestra propuesta es que el joven se vuelva misionero, o sea, “el símbolo más bello, el apóstol más convencido y ardiente de esta fraternidad universal, a la cual tiende la humanidad instintivamente y por la fuerza de los acontecimientos, cooperando casi inconcientemente en la realización del grandioso designio de Cristo, que ha predicho que, de todos los hombres, se deberá formar una sola familia, un solo rebaño y un solo pastor” (1931, 27 de septiembre, Parma). 

4) MISIÓN COMO MOTIVACIÓN FORMATIVA CONSTANTE - MISIÓN COMO SALIDA

El deseo y el sueño de la Iglesia de América Latina afirma: “Nuestro anhelo es que esta V Conferencia sea un estímulo para que muchos discípulos de nuestras Iglesias vayan y evangelicen en la “otra orilla”. La fe se fortifica dándola y es preciso que entremos en nuestro continente en una nueva primavera de la misión ad gentes. Somos Iglesias pobres, pero “debemos dar desde nuestra pobreza y desde la alegría de nuestra fe” (DAp 379).

“Para Mons. Conforti … la misión debe constituir el criterio fundamental de la formación, la norma cotidiana, el ideal motivante, la meta soñada, el punto de referencia y de confirmación concreta… Por eso, es necesario que el formador mantenga vivo ante sí este objetivo misionero, como elemento básico para el discernimiento vocacional” (RFX 15). La misión ad gentes es una salida bíblica, que nace desde la plena confianza en la palabra de Dios. Ella, en nombre del Evangelio, exige la salida del propio mundo, también cultural, para entrar en otro ambiente. Tiene como fin compartir el gozo del Evangelio a partir de la opción por los pobres y sobretodo por los que aún no conocen a Jesucristo (EG 20).

A este fin, los jóvenes “deben hacer converger, oboedientia duce, todas sus mejores energías, cuidándose de todo lo que de alguna manera pudiese alejarlos de él. La misión ad gentes se convierte, entonces, para todo joven que se compromete con la Familia Xaveriana, en la opción fundamental, total y exclusiva, de toda su vida” (RFX 27). Nuestra formación se vuelve así una propuesta de vida e iniciación en la vida de la Congregación. Un joven debe entender, desde el momento que nos encuentra en la animación misionera y vocacional, que la "única" razón de ser Xaveriano es continuar la misión de Cristo: ad gentes, ad vitam y ad extra.

La formación ayude a nuestros candidatos a entender que la dinámica misionera “salir-entrar” constituye un elemento esencial de todo crecimiento humano y espiritual. Por ejemplo: salir del útero materno para entrar e iniciar una nueva vida; o salir de la adolescencia para llegar a ser hombre maduro. La propia vida tiene una misión que hay que descubrir desde el amor de Dios que nos ha formado, acompañado y elegido a pesar de nuestros límites y carencias, por una Misión más grande. Entonces, en el proyecto formativo, se dará importancia a la preparación de la salida ad extra por medio de los muchos desapegos y desplazamientos que nos pide la vida, la convivencia fraterna, el estudio y las distintas etapas de la formación (Cfr RFX 73).

Las problematicas políticas y sociales que se viven en nuestros países latinoamericanos, pueden ser punto de partida para que los candidatos vayan conociendo un mundo donde reina la injusticia y la violencia. Éste, a través del Evangelio, debe ser transformado en familia, cuyos lazos, según San Guido, tienen la fuerza de la suavidad de la caridad de Cristo, que es mucho más fuerte que todo el afecto natural. En este aspecto, el sentido de pertenencia aprendido y vivido en la unidad de la Familia Xaveriana, se vuelve una grande ayuda para alcanzar el “objetivo” de la misión y testimonia que para nosotros la misión no es un hecho individual, sino comunitario (RFX 54).

En todas las maneras que se pueda, los ambientes de nuestras casas deberían trasmitir el anhelo misionero, teniendo presente todos los países en donde estamos trabajando como misioneros (banderas, carteles, cuadros explicativos, lonas, postales, colores, videos, etc.). Además, se organizen grupos misioneros dentro y afuera de la casa de formación y se motive a leer revistas con contenidos misioneros. Es muy importante seguir invitando a los cohermanos que vienen de misión a compartir su experiencia en nuestras comunidades formativas.

“San Guido M. Conforti escribía a los misioneros en China: “Les recomiendo también que, en su mente, tengan presente el fin particular y único al cual tiende nuestro Instituto, que es la dilatación del Reino de Dios entre los infieles y que a este fin tenemos que hacer converger todas nuestras energías. Quien se orientara a otras finalidades, aunque fueran consideradas loables en sí mismas, faltaría al espiritu de la propia vocación. Por tanto, ninguno se deje seducir por otros espejismos y recordémonos que, en esta unidad de intención, se funda el secreto de la prosperidad de nuestro Instituto” (LC n. 7; 25 de enero de 1929).

5) CONSAGRACIÓN MISIONERA COMO DON TOTAL Y DEPENDENCIA DE DIOS

“La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DAp 29).

La consagración, don total a Dios, es para nosotros una modalidad cristológica de hacer misión. De hecho Jesucristo salvó el mundo ofreciéndose a sí mismo de manera total y plena “hasta el fin” (cfr. C 18). Nuestra consagración misionera, como experiencia del amor de Dios “para mí”, es la forma concreta de nuestro ser misioneros, el primer mensaje que como xaverianos transmitimos en vistas de la evangelización de los no cristianos. La disposición interior de la persona debe ser total y confiada en Dios que lo ha llamado.

Los votos entonces concretizan nuestro ser discípulos misioneros. Expresan la "forma" misionera del xaveriano, en todo lo que hace. En las varias etapas de formación, se presente y profundize la dimensión apostólica de los votos. Con ellos nos unimos a Jesucristo y también a los hermanos que Cristo nos dona en la comunidad xaveriana y en al apostolado. Con la consagración a través de los votos, hacemos nuestras las opciones de Cristo, ofreciendo con El nuestra vida al Padre para la salvación del mundo (cfr. RFX 75; 244).

¿Por qué yo quiero dedicar mi vida a algo o a Alguien? Desde el comienzo, ayudar al joven a hacer la transición desde “el proyecto" a “la persona" de Cristo. Por ejemplo: es por Cristo que aceptaré un trabajo entre los musulmanes en Asia; es por Cristo que trabajaré en una parroquia de América Latina; y es por el mismo Cristo que acepto un servicio en la formación. Puede llegar a cambiar el proyecto, pero lo que debe permanecer es el “por Cristo”.

En la cultura brasileña existe la conciencia de "pertenencia" y por lo tanto de "dependencia de Dios". Esto se manifiesta en varias expresiones de la religiosidad popular (mandas, “se Deus quiser”, “Vai com Deus”, etc.). En la propuesta formativa, será por tanto "fácil" desarrollar y purificar esta conciencia de “pertenecer a Dios” sin ofender la cultura desde la que el joven proviene. Por otro lado, la identidad de la persona en cuanto xaveriano se va formando a través del proceso de asimilación del carisma. Como consagrado, su identidad no se da por la pertenencia a una cultura determinada sino por la integración en el don de la vocación que viene de Dios.

La experiencia de la dependencia de Dios ayuda a la independencia hacia las cosas materiales. Educa a renunciar a la propriedad privada (acumular bienes, dinero, gadgets, bienhechores personales, celulares,…), a no absolutizar los proyectos personales y a pedir permisos. En las primeras etaps de la formación, entonces, se entrene a la esencialidad y sobriedad de vida, evaluando las exigencias personales. Llevar una vida sencilla, aprendiendo de nuestro pueblo latinoamericano, es la verdadera característica de nuestro pertenecer a Dios. Esta actitud facilita la fraternidad, la capacidad de compartir y el desarrollo del espíritu de sacrificio como camino que expresa la consagración. Oblatividad y gratuidad son dos signos muy claros de la intención del joven de depender de Dios, de pertenecer a la Familia Xaveriana y de ofrecer su vida al servicio al Evangelio.

En esta misma línea, subrayamos la importancia de presentar bién el valor del tesoro escondido, relacionado con la capacidad de dejar todo por el carisma, por el llamado, por la misión. Es la experiencia del joven que después de que vendió todo para obtener el tesoro, descubre que ese tesoro no es para sí mismo, sino para compartirlo con toda la humanidad.

Subrayamos la importancia que desde el comienzo de la formación, se presente a los candidatos la vocación misionera en toda su amplitud, proponiendo las diversas realizaciones del carisma xaveriano: Xaveriano presbítero y Xaveriano Hermano. La vocación del Xaveriano hermano posee un valor propio independientemente del ministerio sagrado (cfr. VC 60) y encuentra su máxima realización en la Consagración misionera. Recordamos que es el Noviciado el momento privilegiado para elegir definitivamente el camino de consagración a la misión, como Xaveriano Presbítero o como Xaveriano Hermano (cfr. RFX 240; 314).

“Su misión y su programa de acción se encuentran bellamente compendiados en el Crucifijo que hace poco les he entregado y que ustedes, en un arrebato de santa alegría, han puesto sobre el corazón. Desde esta adorable imagen, Él dirija a ustedes aquellas palabras que hace diecinueve siglos dirigía a los Apóstoles y a las multitudes como prueba de la divinidad de su misión: «Cuando sea levantado sobre la tierra, sobre la cruz, atraeré hacia mi todas las cosas» (Jn 12,32). En estas palabras se compendia la finalidad de su misión y el secreto de sus victorias” (1927, 13 de marzo).

6) LA FORMACIÓN EN LA VIDA DE NUESTRAS CIRCUNSCRIPCIONES

«El Espíritu Santo, que el Padre nos regala, nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús- Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros “tengan vida en Él”» (DAp 137).

En la vida de nuestras Circunscripciones, la formación debe ser asumida como compromiso de participación del trabajo apostólico que cada xaveriano está desarrollando. La participación de todos en la tarea formativa acontece como vivencia del carisma: La formación de los xaverianos, animada por el Espíritu, es una obra de conjunto que implica a todo el Instituto…. (C. 57; cfr. RFX 107). La conciencia de los límites y de la propia fragilidad debería suscitar el deseo de encontrar continuadores de la obra de evangelización. Cada xaveriano, caminando para crecer en santidad e identificándose con Jesucristo, se vuelve modelo educativo para los jóvenes, consciente que los formandos son patrimonio de toda la Congregación y que todos tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad.

Soñamos con parroquias misioneras que transmitan amor por la misión. Para llegar a este nivel de madurez es necesario que todo xaveriano, desde la formación de base hasta la formación permanente, encarne ese amor en su vida personal. Hace falta que las parroquias se vean y comprendan como obras xaverianas, de manera que todas las fuerzas pastorales – laicos y xaverianos – edifiquen y trabajen en el mismo proyecto vocacional y misionero. Así empieza la formación de las nuevas vocaciones xaverianas.

Todas las Circunscripciones fortalezcan la convicción de que la formación es una prioridad del proyecto misionero de nuestra Congregación y no debería ser “delegado” a unos cuantos “encargados”. Todos tienen que estar dispuestos a asumir el servicio de formador, a pesar de nuestras preferencias por el trabajo misionero “directo”. Cada Xaveriano, cada comunidad xaveriana, aunque de una manera diferente, es corresponsable de la AMyV y de la formación. El formador no puede sentirse solo en su Región, sino que debe ser apoyado por todos. Lo mismo vale para el Animador Misionero y Vocacional: se preparen con el curso básico de acompañamiento y discernimiento y trabajen en estrecha colaboración con la formación.

Cada Circunscripción tenga un plan para preparar a los formadores y provea tiempo y medios para que se tengan las herramientas necesarias para ese servicio. Dar tiempo suficiente a los equipos formativos y de animación para que conozcan el servicio que se les pide, trabajen en eso y no se cambien después de poco tiempo. Por eso, en el programa de cada Región, debería existir una planeación del personal más cuidadosa. En la medida de lo posible, que el formador sea de la cultura local de los jóvenes.

La formación permanente nos invita a superarnos y a estar a la altura de nuestro importante servicio. Hay que cuidarla personalmente y en grupo, aprovechando de cada oportunidad para poner atención a nuestra formación personal y “profesional”, participando en cursos también breves para formadores (por ejemplo, en verano). En México existe el acompañamiento para formadores una vez al año con duración de 4 días. En Colombia se participa en el curso de la CRC (Conferencia Religiosa Colombiana).

“In omnibus Christus! Sí, hijos muy amados, en todas las cosas, nosotros debemos tener de mira a Cristo y tratar de agradarle, porque Él es el principio y el origen de todo nuestro bien, sea en el orden de la naturaleza que de la gracia, y sin la acción de su espíritu vivificador, es una desgracia que la sociedad humana cáiga en aquella profundidad de desastres y calamidades materiales y morales, de la cual Él la ha liberado en su infinito amor. En efecto, ¿qué sería de nosotros sin la obra reparadora de Cristo?” (1902, 11 de junio, Roma).

7) PROPUESTAS PARA UNA MEJOR COLABORACIÓN EN EL CAMPO FORMATIVO ENTRE LAS REGIONES XAVERIANAS EN AMÉRICA LATINA

Ante el subjetivismo hedonista, Jesús propone entregar la vida para ganarla, porque “quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Es propio del discípulo de Cristo gastar su vida como sal de la tierra y luz del mundo. Ante el individualismo, Jesús convoca a vivir y caminar juntos. La vida cristiana sólo se profundiza y se desarrolla en la comunión fraterna. Jesús nos dice “uno es su maestro, y todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). Ante la despersonalización, Jesús ayuda a construir identidades integradas” (DAp 110).

Para mejor colaborar necesitamos crear instrumentos para ayudar en el trabajo formativo, pero también para manifestar nuestra comunión y fraternidad. Se propone continuar con regularidad (cada 2 años) estas reuniones continentales de formadores, elaborando un itinerario tematico que podría ser desarrollado a lo largo de varios encuentros.

Que los formadores de las dos Regiones de Brasil se reunan regularmente, para su propria formación permanente y para compartir y evaluar el trabajo formativo que se va realizando.

Se favorezca mucho más el intercambio de material didáctico entre los formadores y los promotores vocacionales, aprovechando los medios de comunicación, sobretodo las páginas web de los Xaverianos de la DG y de nuestras Regiones.

“Qué espectáculo solemne y reconfortante ofrece, en el día del Señor, un pueblo cristiano, fiel a la religión de los padres! Todos se encuentran en la misma casa, que es la casa del Padre común, todos se postran ante los mismos altares, todos se sientan a la misma mesa, todos elevan la misma oración, todos ofrecen el mismo sacrificio. El rico y el pobre, el noble y el plebeyo, el magistrado y el obrero, el hombre de ciencia y el del pueblo se encuentran juntos y unidos. Libertad, igualdad, fraternidad no son más para aquel pueblo vanas palabras, sino una realidad consolante, porque todos más intimamente se sienten hijos del mismo Padre celestial y parte de la misma herencia. Todos se sienten como invadidos por un espiritu de amor y paz que hace más alegre y serena la convivencia social” (1926, 5 de febrero, Parma).

Missionari Saveriani America Latina
26 Juillet 2017
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