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Cristo Rey del Universo: visión desde la espiritualidad confortiana

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La experiencia espiritual de San Guido María Conforti nos puede ayudar a profundizar en el sentido profundo con el cual celebrar la fiesta de Cristo Rey. En efecto, dos pilares fundamentales de dicha espiritualidad son: el Cristocentrismo, en primer lugar y en segundo lugar, la misión en su perspectiva universal. Desde estos ejes espirituales, el Reino es entendido más bien como un reinado donde Cristo está el centro y genera en nosotros una relación, una pertenencia, una cercanía, un estilo de vida; no es un Reino en el sentido territorial, sino un reinado que implica, pues, esta relación que Conforti pudo entender y vivir gracias a su espiritualidad cristocentrica y misionera. Aquí entramos en el segundo ángulo, el reinado de Cristo no es limitado por un territorio, sino que es universal, es un reinado en el alma de todo ser humano, de toda raza, lengua y nación.

Ciertamente, Monseñor Conforti es hijo de su tiempo, en sus discursos, en sus reflexiones, catequesis y homilías, él identifica a la Iglesia con el Reino, sin embargo, “cuando trata de manera específica sobre el Reino, su reflexión se hace más profunda, su predicación se interioriza, el horizonte se ensancha hasta alcanzar unas dimensiones universales”.[1]

“Monseñor Conforti hace propia la teoría del cuerpo y del alma de la Iglesia, y cita a Santo Tomás de Aquino y a San Agustín cuando habla de la salvación de los no cristianos. Tres reflexiones se repiten casi de manera obsesiva en sus escritos: la interioridad del Reino, la urgencia de extender el Reino de Dios, la búsqueda de su justicia”. [2]

Profundicemos pues en estos tres aspectos, basándonos en sus escritos, sobre todo en una serie de “Catequesis sobre el Padre Nuestro” que, nuestro santo fundador impartió en la Catedral de Parma de enero de 1917 a enero de 1918.

¿En qué consiste el Reino de Dios? Comenzaba así su catequesis, en aquel 1917, preguntándose e invitando a profundizar en dicha pregunta. Y su respuesta, inmediatamente nos llevaba al ámbito de la interioridad y no de la materialidad y/o de la territorialidad, lo describía como un “deseo de relación”, un deseo que engloba a todo ser del universo; “El Reino de Dios, considerado en su más amplia comprensión, es el deseo del universo, es el deseo de la vida para siempre: ya que, como cada flor de cierta manera desea abrirse a la luz, así cada cosa, en su manera de ser, anhela vivir con Dios. De hecho, ¿qué es nuestra vida sino un anhelo constante hacia la región del consuelo, de la luz, de la paz, hacia la plenitud de la visión y del amor, o sea, hacia el Ser Supremo, origen de todo ser y de toda perfección, al que Jesucristo nos ha enseñado a invocar con el dulce nombre de Padre?”.[3]

En definitiva, añade nuestro fundador, “el Reino de Dios consiste sobre todo en poseer aquella vida sobrenatural a la que Él nos ha generado mediante su obra de Redención, en poseer aquella vida nueva que Él otorga gratuitamente a todos los corazones que la desean sinceramente y que por consiguiente otorga continuamente a la parte elegida de la humanidad”. [4]

En este sentido, la “entrada al Reino” que tanto Jesus predica en el evangelio no es una entrada a un lugar físico, territorial, sino un “entrar en el misterio de Dios amor”, es asumir aquella vida de gracia que Dios ha querido otorgar a toda persona abierta a la acción de su Hijo por mediación de su Espíritu. Para Conforti los medios concretos que nos ayudan a poseer esta vida sobrenatural, y, por lo tanto, entrar en su Reino, son dos: la contemplación del Crucifijo y la experiencia de una “fe viva”.

 El Crucifijo es el icono de la experiencia de Mons. Conforti, aquellos momentos de contemplación en su temprana edad son el origen y la base de toda su experiencia mística. El crucifijo es la verdadera imagen de ese Rey que nos invita a entrar en su dinámica de amor y de entrega; es la Cruz, el verdadero trono y su amor oblativo, la única y fundamental ley de su Reino. Para Conforti, en el crucifijo contemplamos el amor personal y universal del Padre, la entrega total a la misión y la urgencia de dar a conocer este amor a todos. Nosotros contemplamos el Rostro de Cristo: Que nos habla del amor del Padre. Que nos manifiesta la fuerza del proyecto de salvación universal de Dios. Que nos dice toda la entrega (kenosis) del Hijo para cumplir ese proyecto. Y que nos manifiesta toda la urgencia de realizar el Reino. Aquí nos conectamos con la segunda y fundamental idea de Conforti, la urgencia de extender tal Reino.

La extensión del Reino se lleva a cabo gracias a la acción misionera de la Iglesia. Aquí entramos en ese otro aspecto fundamental de la espiritualidad de Conforti: la misión universal, que lo llevó a fundar nuestra amada congregación, la misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios en todo el mundo. Lino Ballarín así explicaba el alma de Conforti: “Su acción, su pensamiento, sus virtudes, estaban como bajo la influencia catalizadora de su vocación misionera. Esta determinaba, en su esquema de vida espiritual, la función, la medida y el lugar de la oración y de la mortificación, del celo pastoral, del recogimiento, del estudio, etc. Se puede así hablar de las raíces de su espiritualidad, encontrándolas en su originaria inclinación a las misiones, y después, en su elevación al episcopado, llegando a ser, así, sucesor de los Apóstoles. Conforti lo consideró todo, emprendió todo, en función de la salvación de los otros, para llevarlos a Dios”.[5]

Además de la contemplación del Crucifijo, Monseñor Conforti nos explica este otro eje que lo llevo a vivir esta espiritualidad tan fuerte y que es para nosotros todo un tesoro, una herencia a multiplicar y difundir, es la experiencia de una “fe viva,” que nos permita “ver a Dios, buscar a Dios, amar a Dios en todo, aumentando en nosotros el deseo de propagar su Reino en todas partes”.[6]

De estos dos pilares surge una espiritualidad profundamente interior y maravillosamente misionera, abierta al mundo entero, abierta a la universalidad de dicho Reino.

¿Dónde y cómo contemplar este rostro de Cristo?: Una experiencia personal y profunda de Cristo misionero del Padre nos es necesaria para poder vivir constantemente el cristocentrismo: “Cristo que debe ser encontrado en la persona humana y en la historia; Cristo que debe ser escuchado en la Palabra; Cristo que debe ser servido en los pobres; Cristo que debe ser anunciado como buena noticia hasta los últimos confines de la tierra; Cristo que debe ser celebrado en la Eucaristía; Cristo que debe ser esperado con vigilancia activa”. (Cfr. RMX 25.1) Los verbos subrayados nos proponen todo un programa de vida para poder entrar en dicho Reino, para poder celebrar verdaderamente esta fiesta de Cristo Rey.

La visión del Reino tiene este aspecto de interioridad y de anuncio urgente, como lo hemos indicado, pero en la experiencia de Conforti, el Reinado de Dios en nuestras almas no puede quedarse en un mero “deseo” o sentimiento, ni mucho menos en un compromiso moral o espiritual; el amor de Dios experimentado en la contemplación del crucifijo nos debe llevar al compromiso por la justicia y la “fe viva” no será tal sin una entrega total y coherente al servicio del pobre, del marginalizado, del olvidado, al vivo ejemplo de Cristo “que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por una muchedumbre dar la vida.”[7] Aquí entramos en el tercer aspecto de la doctrina de Conforti sobre el Reino: la búsqueda de su justicia.

“El Reino de Dios que está entre nosotros debe ser, por consiguiente, el reino de la justicia, de aquella justicia que Cristo, mediante su ejemplo y su palabra, ha venido a instaurar. Y así, con su palabra y con su ejemplo, crea un nuevo mundo moral e instaura el reino de aquella justicia que consiste en el respeto de todo derecho, en el cumplimiento de todo deber y en el ejercicio de las virtudes más excelentes”.[8]

¡Qué manera tan sutil y concreta de describirnos nuestro compromiso por la justicia!: respetar el derecho del otro, cumplir nuestro deber y ejercer las virtudes; acciones concretas y necesarias en nuestros tiempos tan convulsos y violentos, tiempos de injusticia y de perdida de valores y de toda virtud humana.

En la doctrina de Conforti, “el Reino de Dios, que está entre nosotros” es también “el anticipo de aquel día de luz y de gozo que no conoce ocaso”[9]; no niega una visión escatológica del mismo Reino pero también, y aquí una novedad para su tiempo, es un Reino a vivirse ya y a trabajar por su advenimiento en el hoy de nuestra historia. “Y esta felicidad que nos espera más allá de esta vida, constituye propiamente el Reino de Dios del que Cristo habla con tanta frecuencia en su Evangelio. Reino que está reservado para aquellos que antes hayan perteneciendo desde la vida presente al Reino de la verdad, de la gracia y de la justicia”. [10]

En las catequesis impartidas en la catedral de Parma insiste en el compromiso de todos para que el advenimiento del Reino sea también consecuencia del esfuerzo de todos, además de ser un don de la misericordia de Dios; orar “venga tu Reino” no debe de ser solo una súplica a la misericordia de Dios, sino tambien un compromiso donde todo cristiano tiene su rol. “Deben colaborar en el triunfo del Reino de Dios los hombres de la cultura, los ricos, aquellos que dirigen las oficinas públicas y las fábricas, en una palabra los que ejercen sobre los demás cierta influencia ofreciéndoles un ejemplo de piedad y de religión. Deben colaborar los jóvenes católicos, participando de manera ordenada en aquellas asociaciones que, bajo la guía de la Iglesia, trabajan de muchas maneras que requieren las exigencias del momento actual. Y, no menos, tiene que trabajar la mujer, con el atractivo que no sólo puede ejercer en la familia, sino tambien en la sociedad, tomando parte en el apostolado requerido por las necesidades actuales. Pero de manera especial deben colaborar los papás, preparando una generación que conozca y ame al Señor”. [11]

Toda persona tiene pues un rol, una acción, un compromiso, según su misma situación personal para hacer que el Reino de Dios se haga presente.

Además de este compromiso que compete a todos, el advenimiento del Reino nos lanza a un compromiso universal donde los primeros y mas importantes beneficiarios de nuestra acción deben de ser los no cristianos. La labor de todo discípulo misionero que vive el carisma de Conforti deberá tener este tinte ad gentes, ad extra y ad vitam. “En la Iglesia y por el Reino recibimos del Espíritu el don de asumir, como compromiso propio y exclusivo, la tarea de la evangelización de los no cristianos”.[12] Como dijimos anteriormente, citando a Lino Ballarin, la misión ad gentes, la misión entre los no cristianos ha sido el centro catalizador de toda su espiritualidad, su vida y su obra, más aún es el motivo principal que lo llevo a fundar una congregación misionera: “Por nuestro carisma específico somos enviados a poblaciones y grupos humanos no cristianos, fuera de nuestro ambiente, cultura e Iglesia de origen. Fieles a las preferencias de Cristo, nos dirigimos en particular, entre los no cristianos, a los destinatarios privilegiados del Reino: los pobres, los débiles, los marginados por la sociedad, las víctimas de la opresión y de la injusticia”.[13] El compromiso por el advenimiento del Reino entre los no cristianos es considerado tan importante que Monseñor Conforti pide a sus misioneros asumir la vida consagrada, haciendo de ellos verdaderos “consagrados a la misión” introduciendo una novedad en la manera de vivir la vida consagrada, ya no solo con los votos de pobreza, castidad y obediencia, sino añadiendo en la consagración de sus hijos el llamado “cuarto voto”, el voto de misión: “Por el voto de misión nos comprometemos a dedicar toda nuestra vida a la actividad apostólica específica del instituto”.[14]

Concluyendo estas reflexiones, estamos invitados a celebrar la fiesta de Cristo Rey del Universo asumiendo en nuestro interior aquella vida de gracia que nos haga “ver, buscar y amar a Dios en todo, aumentando en nosotros el deseo de propagar su Reino en todas partes”, sobre todo ante aquellos que no lo conocen y que viven en medio de injusticias. Estamos invitados a orar porque su Reino venga, pero también a comprometernos para que su reinado se haga posible en medio de nosotros construyendo un mundo de hermanos, donde Cristo esté al centro y su amor guie nuestras relaciones y nuestras acciones. Un Reino donde todos seamos uno, sin importar raza, lengua o nación.

P. Rubén Antonio Macias Sapien sx

 

[1] Cuando, por ejemplo, pide que se rece “por la Iglesia y por su venerable jefe; por la conversión de tantos hermanos nuestros descarriados, por la difusión del Reino de Dios, por la paz social, por esta queridísima ciudad de Parma, para que se mantenga siempre a la altura de sus tradiciones cristianas (homilía en ocasión de la canonización de Santa Teresa del Niño Jesus, Parma, 25 abril de 1926: FCT 28,115) resulta suficiente para distinguir el concepto de Iglesia del concepto del Reino. (Antología de los escritos de Guido María Conforti, Reino de Dios, pág. 641)

[2] Ibidem, pág. 642

[3] 1917, 15 de agosto, Parma-Catedral, homilía para la fiesta de la Asunción “Adveniat regnum tuum”: FCT 17,30-31)

[4] Ibidem

[5] Lino Ballarin, Tutto per la missione, EMI, Bolonia, 1981.

[6] Carta Testamento, n.10

[7] Mateo 20,28

[8] 1917, 15 de agosto, Parma-Catedral, Homilía para la fiesta de la Asunción “Adveniat regnum tuum”: FCT 17,35-36)

[9] 1917, 15 de agosto, Parma-Catedral, Homilía para la fiesta de la Asunción “Adveniat regnum tuum”: FCT 17,38)

[10] Ibidem

[11] 1926, 24 de enero, Parma-Catedral, Panegírico “San Pedro Canisio”: FCT 28,108).

[12] Constituciones 17

[13] Constituciones 9

[14] Constituciones 19

Rubén Macias sx
29 Novembre 2023
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