Amistad
Un amigo sufí me decía hace un año: “Rolando, lo que tenemos que hacer todas las mañanas al levantarnos es preguntarle a Dios lo que quiere que hagamos, pues lo que hacemos no lo hacemos solos sin su ayuda”. Esa idea ha estado rondando mi espíritu desde entonces, viene de un amigo y este amigo musulmán me ayuda a vivir y dar sentido a mi oración. Claro, es un hombre que busca a Dios, y su búsqueda de Dios alienta la mía. Sin premeditar nada, hemos ido haciendo camino juntos, él como musulmán y yo, como cristiano, nos estamos ayudando mutuamente y nuestra amistad abre caminos hacia Dios. Es así como nació el deseo de hacer una peregrinación islamo-cristiana el año pasado, y sin buscar muchas teorías hemos ido dejando madurar en la oración y con el tiempo lo que sería. Sin lugar a dudas Dios viene a nuestro encuentro y nos prepara el sendero, pero hay que andarlo, y ese andar es en confianza, sin la confianza es difícil caminar hacia lo desconocido y esta va forjando nuestra fe, pues sin lugar a dudas Dios la fortalece y nos hace vislumbrar lo que sabemos pero que tenemos que experimentar, es decir, que Dios nos supera siempre, y que cuando avanzamos confiándonos en él nunca defrauda.
Caminar juntos
Caminar juntos hacia Dios, claro suena bien, pero no olvidemos que uno es musulmán y el otro cristiano, y que ninguno de los dos quiere dejar de ser lo que es, pero sí tenemos esa certeza interior de que Dios nos acompaña en el caminar y por ello podemos caminar en la confianza. Cuando caen los obstáculos y ya no hay barreras se experimenta a Dios. Esos obstáculos pueden ser prejuicios, también malas experiencias del pasado, o enfrentar un camino desconocido. Se requiere una cierta sutileza para sentir espiritualmente lo que quiere Dios, se requiere un cierto conocimiento de los movimientos internos del corazón que se expresan en paz, serenidad, confianza, miedo, inquietud, desasosiego.
Se requiere abandono y confianza, mucha oración y preguntar-preguntarse, confrontar y confrontarse para ver los caminos que no hay que andar o los que aunque no se hayan andado se pueden andar.
Escuchar el corazón
Hace tiempo leía en Teresa de Lisieux un pensamiento que me ha guiado personalmente y del que disfruto cuando lo vivo: Dios “hace desear lo que él te quiere dar[2]”. Sí, indudablemente es el corazón el que recibe las mociones del espíritu, y hay que saberlas leer, sentir, orar, y luego al final, este camino no se hace sólo, en el otro, Dios pone los mismos deseos, y cuán admirable parece ser cuando el otro que no es cristiano como uno, sino musulmán, tiene esos mismos deseos, y ha llegado por otros caminos a sentir el mismo deseo. Ahí nace una nueva comprensión de Dios. Dios nos supera infinitamente, y nos lleva a desear lo inédito. Mi pensamiento evoca el testamento espiritual de Christian de Chergé en donde expresa que, “su deseo más punzante era, si Dios, el Padre se lo permitía, hundir su mirada en la del Padre para contemplar con él a sus hijos del Islam tal como él los ve…”[3].
Jesús inspira toda oración
No dejo de inspirarme en Jesús, para mí su vida es central: “ya no es aquí o en Jerusalén en donde los verdaderos adoradores adorarán a Dios, Dios es espíritu y verdad, y los verdaderos adoradores lo adoran en espíritu y verdad” (Jn 23-24). Hace años una imagen me había penetrado impregnando mi espíritu, Benedicto XVI orando en la mezquita azul de Estambul, su mirada orante y silencio me decían todo[4]. La amistad de Francisco con el imam Ahmed Al Tayyeb, que se concretizaría en el documento sobre la Fraternidad Humana, salta a mi espíritu[5]. Sí, la Iglesia de Jesucristo me anima para descubrir que ella es una misión en la tierra, y que se desarrolla en la medida en que acogemos el Espíritu Santo que nos empuja y envía al mundo, y nos llama a tejer lazos de amistad, de fraternidad, de compromiso social, y de oración con los creyentes de otras religiones. Han quedado atrás los tiempos de las guerras de religiones, que en ocasiones siguen impregnando nuestras relaciones, sin embargo estamos llamados a vivirlas de manera nueva y humana.
La misión como diálogo y salvación
Ha caído en mis manos un pequeño libro que se quiere una pequeña teología de la misión, de la misión hoy, es del cardenal Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella y de este libro me nace el trascribir el siguiente texto:
“Por tanto, diálogo y misión no pueden contraponerse, como a veces ocurre. Se trata más bien de vivir el mandamiento de la misión en la actitud espiritual del diálogo, inspirado a su vez por el gesto de Dios en su revelación. En definitiva, lo más asombroso no es que haya tantos caminos hacia Dios, sino que los caminos hacia la humanidad se adaptan siempre a la situación cultural, social, religiosa, irreligiosa, arreligiosa o atea de cada ser humano. Esta es la profunda acción de gracias de todo misionero que se descubre constantemente precedido en todas las Galileas de las naciones a las que es enviado (Mc 16,7)[6].”
Sin lugar a dudas, ahí está Dios, en las Galileas del mundo, y como decía Jean-Pierre Schumacher, sobreviviente de Tibhirine “nuestro trabajo es detectar la acción del Espíritu Santo que obra en nuestros hermanos musulmanes[7]”. Una convicción clara es que el Espíritu Santo obra en cada ser humano y por ello nuestra tarea consiste en buscar expresamente el rostro de Dios en el otro, que profesa otra religión y que lleva en sí al mismo Dios, que nos ha creado a todos, pues nuestras fibras más íntimas están marcadas por el mismo Artesano, y es el mismo soplo vital el que nos inspira el deseo de buscarle.
Ribat-el-Salam
Hace años nacía en Argelia el vínculo de la Paz (Ribat-el-Salam[8]) cuyos fundadores han sido Claude Rault y Christian de Chergé. Se puede resumir como encuentros de oración islamo-cristianos. Nosotros Misioneros Javerianos al llegar a Marruecos hace tres años y medio, deseábamos insertarnos en esta nueva misión y abrirnos al diálogo interreligioso desde lo espiritual, es decir a través de la oración. Ciertas circunstancias, que no menciono para no extenderme demasiado, han hecho posible el encuentro entre miembros de la Tariqa Alawiya de Tetuán y los Misioneros Javerianos de Fnideq. Y poco a poco hemos ido encontrándonos gracias a lo que yo considero como una semilla que ya había sido sembrada por otros y, que a nosotros nos toca observar y gustar de sus brotes, contemplando la novedad de su planta.
Mons. Claude Rault, obispo emérito del Sahara argelino (Diócesis de Laghouat-Ghardaia) y actualmente miembro del Servicio Nacional por el Encuentro con los Musulmanes de la Conferencia Episcopal de Francia, que se encontraba en Tetuán para una sesión sobre el evangelio de Marcos a las novicias de las hermanitas de Jesús, nos ha acompañado en una de nuestras reuniones de oración y nos ha recordado ciertos principios de esta oración:
- Cada uno de nosotros debe ser lo que es, ya sea musulmán o cristiano.
- La experiencia que el otro lleva de Dios me ayuda a crecer a mí en mi fe.
- Nuestra unidad reside en la búsqueda de Dios a través de nuestras diversas prácticas de fe.
- No es una amalgama, se trata de identificarse plenamente con su fe y dejarse tocar por la experiencia espiritual que el otro vive.
- Hay momentos de oración musulmana a la que los cristianos asisten con su simple presencia y momentos de oración cristiana a la que los musulmanes asisten con su simple presencia[9].
Conclusión
No cabe duda de que vamos iniciando un camino poco andado, un camino bello y que se nos presenta intrépido y a la vez atractivo. Un camino en el que hay que pararse y reflexionar, pero que se vive haciendo experiencia y evaluando desde la vida de fe y oración: “por sus frutos los conoceréis…” (Cfr. Mt 7, 16-20). En este camino la dimensión espiritual es muy importante, pues nuestra presencia debe estar arraigada en Dios: “los musulmanes esperan el testimonio de verdaderos cristianos, el testimonio de vidas entregadas, porque han sido transformadas por la presencia íntima de la Trascendencia y convertida por gracia en deseable, comunicable y grata”[10]. La novedad del siglo XXI con sus desafíos para la humanidad y para la misión nos invitan a ser hombres y mujeres de Dios, a tejer lazos entre los creyentes de las diferentes religiones, a estrechar puentes y ofrecer experiencia de Dios al mundo de hoy, a orar juntos y descubrir que venimos de Dios y vamos a Dios, tal y como lo dice el Concilio Vaticano II en el decreto Nostra Aetate:
“En nuestra época, en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no cristianas. En cumplimiento de su misión de fundamentar la Unidad y la Caridad entre los hombres y, aún más, entre los pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad.
Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra, y tienen también un fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la ciudad santa, que será iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz”[11].
Con todo este patrimonio espiritual de la Iglesia e impulsados por el Espíritu Santo, hemos podido iniciar una experiencia de oración islamo-cristiana que se ha ido concretando en momentos de oración, en una peregrinación islamo-cristiana en la que uno acoge y es acogido, en un retiro espiritual en silencio y buscando a Dios. En fin, la misión tiene mucho que ver con la oración, como dicen las Constituciones de los Misioneros Javerianos “La oración es la primera actividad del misionero, sostén de su fidelidad y de su tarea apostólica”[12]. Acogiendo este 2024, año de Oración, en preparación para el jubileo de 2025, acogemos la invitación para vivirlo también desde la oración junto a nuestros hermanos y hermanas musulmanes en la tierra en la que nos ofrecen su hospitalidad.
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Artículo tomado de la revista: Misiones Extranjeras: la oración y la misión. Preparación al Jubileo 2025 “te pido también por los que van a creer en mí mediante su mensaje” Jn 17,20, no 309 Abril-Junio 2024, pp 245-249.
Rolando Ruiz Durán sx, misionero javeriano, actualmente vive en Marruecos; ha hecho la licenciatura de Teología Espiritual en la Universidad Pontificia de Comillas; 15 años de África los ha vivido entre Camerún y Chad en la misión directa, ha colaborado en Animación Misionera en el SCAM, actualmente en Marruecos, en la diócesis de Tánger.
Notas
[2] « Ah ! le Seigneur… toujours Il m'a donné ce que j'ai désiré ou plutôt Il m'a fait désirer ce qu'Il voulait me donner. » (C 31r ; Cf. Ms A, 71r ; LT 253), Thérèse de Lisieux, Œuvres Complètes, Lonrai Normandie, Cerf - Desclée de Brouwer, 1998, pp.190, 277, 608.
[3] “Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias” Christian de Chergé, L’invicible espérance, Montrouge Cedex, 2010, p. 223. (nuestra traducción).
[4] El 30 de noviembre del año 2006, segunda vez que un Papa entra en una mezquita, anteriormente había sido San Juan Pablo Segundo en la mezquita de los Omeyas de Damasco. https://www.cath.ch/newsf/benoit-xvi-se-recueille-dans-la-mosquee-bleue-d-istanbul/
[5] https://www.vatican.va/content/francesco/es/travels/2019/outside/documents/papa-francesco_20190204_documento-fratellanza-umana.html
[6] Jean-Marc Avelin, Dieu a tant aimé le monde, petite théologie de la mission, Clamecy, Cerf, 2023, pp. 64-65 (nuestra traducción).
[7] Palabras recogidas durante una conversación con unos jóvenes españoles, durante los Ejercicios Espirituales, en el Monasterio Notre-Dame de l’Atlas en Midelt, Marruecos.
[8] Cfr. Frère Jean-Pierre, Nicolas Ballet, L’esprit de Thibhirine, Seuil, 2012, pp. 163-192.
[9] Cfr. https://www.javerianos.org/actualidad/reflexiones/941-los-corazones-unidos-crean-la-paz-ribat-el-salam
[10] Jean-Mohamed Abd-El-Jalil, Témoin du Coran et de l’Evangile, Cerf-éditions franciscaines, París, 2004, p. 47.
[11] Nostra Aetate, 1
[12] Constituciones de los Misioneros Javerianos, artículo 43.
Expériences de rencontres entre personnes en prière : musulmans et chrétiens priant Dieu
Amitié
Il y a un an, un ami soufi m'a dit : « Rolando, ce que nous devons faire chaque matin en nous levant, c'est demander à Dieu ce qu'il veut que nous fassions, parce que ce que nous faisons, nous ne le faisons pas seuls, sans son aide ». Cette idée hante mon esprit depuis lors, elle vient d'un ami et cet ami musulman m'aide à vivre et à donner un sens à ma prière. Bien sûr, c'est un homme en quête de Dieu, et sa quête de Dieu encourage la mienne. Sans rien préméditer, nous avons fait notre chemin ensemble, lui en tant que musulman et moi en tant que chrétien, nous nous aidons mutuellement et notre amitié ouvre des chemins vers Dieu. C'est ainsi que le désir de faire un pèlerinage islamo-chrétien est né l'année dernière, et sans chercher beaucoup de théories, nous l'avons laissé mûrir dans la prière et avec le temps ce qu'il serait. Sans doute Dieu vient à notre rencontre et nous prépare le chemin, mais nous devons le parcourir, et ce parcours se fait dans la confiance, sans confiance il est difficile de marcher vers l'inconnu et cela forge notre foi, car sans doute Dieu la renforce et nous fait entrevoir ce que nous savons mais que nous devons expérimenter, c'est-à-dire que Dieu nous dépasse toujours, et que lorsque nous avançons en lui faisant confiance, il ne nous déçoit jamais.
Marcher ensemble
Marcher ensemble vers Dieu, bien sûr, ça sonne bien, mais n'oublions pas que l'un est musulman et l'autre chrétien, et que ni l'un ni l'autre ne veut cesser d'être ce qu'il est, mais nous avons cette certitude intérieure que Dieu nous accompagne sur le chemin et que c'est pour cela que nous pouvons marcher dans la confiance. Lorsque les obstacles tombent et qu'il n'y a plus de barrières, on fait l'expérience de Dieu. Ces obstacles peuvent être des préjugés, de mauvaises expériences du passé ou un chemin inconnu. Il faut une certaine subtilité pour sentir spirituellement ce que Dieu veut, il faut une certaine connaissance des mouvements intérieurs du cœur qui s'expriment par la paix, la sérénité, la confiance, la peur, l'inquiétude, le malaise.
Il faut de l'abandon et de la confiance, beaucoup de prières et de questionnements, des confrontations et des remises en question pour voir les chemins qui ne doivent pas être empruntés ou ceux qui peuvent l'être même s'ils n'ont pas été empruntés.
À l'écoute du cœur
Il y a quelque temps, j'ai lu dans Thérèse de Lisieux une pensée qui m'a guidée personnellement et que j'apprécie quand je la vis : Dieu « m'a fait désirer ce qu'Il voulait me donner »[1]. Oui, sans doute c'est le cœur qui reçoit les motions de l'esprit, et il faut savoir les lire, les sentir, prier, et puis finalement, ce chemin ne se fait pas tout seul, dans l'autre, Dieu met les mêmes désirs, et comme il semble admirable que l'autre qui n'est pas chrétien comme vous, mais musulman, ait les mêmes désirs, et soit arrivé par d'autres voies à ressentir le même désir. Une nouvelle compréhension de Dieu est née. Dieu nous dépasse infiniment et nous amène à désirer l'inouï. Ma pensée évoque le testament spirituel de Christian de Chergé dans lequel il dit que sera libérée sa plus lancinante curiosité : « Voici que je pourrai, s'il plaît à Dieu, plonger mon regard dans celui du Père pour contempler avec Lui ses enfants de l'Islam tels qu'Il les voit,... »[2].
Jésus inspire toute prière
Je ne cesse de m'inspirer de Jésus, pour moi sa vie est centrale : « ce n'est plus ici ni à Jérusalem que les vrais adorateurs adoreront Dieu, Dieu est esprit et vérité, et les vrais adorateurs l'adorent en esprit et en vérité » (Jn 23-24). Il y a des années, une image m'avait pénétré et imprégné mon esprit, celle de Benoît XVI priant dans la mosquée bleue d'Istanbul, son regard priant et son silence m'avaient tout dit[3]. L'amitié de François avec l'imam Ahmed Al Tayyeb, qui sera concrétisée dans le document sur la fraternité humaine, m'a sauté à l'esprit[4]. Oui, l'Église de Jésus-Christ m'encourage à découvrir qu'elle est une mission sur terre, et qu'elle se développe dans la mesure où nous accueillons l'Esprit Saint qui nous pousse et nous envoie dans le monde, et nous appelle à tisser des liens d'amitié, de fraternité, d'engagement social et de prière avec les croyants d'autres religions. Les temps des guerres de religion, qui continuent parfois à imprégner nos relations, sont derrière nous, mais nous sommes appelés à les vivre d'une manière nouvelle et humaine.
La mission comme dialogue et comme salut
Un petit livre m'est tombé entre les mains qui se veut une petite théologie de la mission, de la mission aujourd'hui, du cardinal Jean-Marc Aveline, archevêque de Marseille, et c'est de ce livre que je m'inspire pour retranscrire le texte suivant :
« On ne saurait donc opposer, comme on l’entend parfois, le dialogue e tla mission. Il s’agit plutôt de vivre le commandement de la mission dans l’attitude spirituelle du dialogue, elle-même inspirée du geste de Dieu dans sa révélation. En définitive, le plus étonnant n’est pas que les chemins des hommes vers Dieu soient multiples, mais plutôt que les chemins de Dieu vers l’humanité soient toujours adaptés à la situation culturelle, sociale, religieuse, irréligieuse, areligieuse, athée, de chaque personne humaine. Telle est l’action de grâces profonde de tout missionnaire qui se découvre sans cesse précédé dans toutes les Galilée des nations où il est envoyé (Mc 16, 7)[5].
Indubitablement, Dieu est là, dans les Galilée du monde, et comme le disait Jean-Pierre Schumacher, rescapé de Tibhirine, « notre travail est de dépister l'action de l'Esprit Saint à l'œuvre chez nos frères musulmans »[6]. Une conviction claire est que l'Esprit Saint est à l'œuvre en tout être humain, et notre tâche est donc de chercher expressément le visage de Dieu dans l'autre, qui professe une autre religion et qui porte en lui le même Dieu qui nous a tous créés, car nos fibres les plus intimes sont marquées par le même Artisan, et c'est le même souffle de vie qui nous incite à Le chercher.
Ribat-el-Salam
Il y a quelques années est né en Algérie le Ribat-el-Salam[7], fondé par Claude Rault et Christian de Chergé. Il se résume à des réunions de prières islamo-chrétiennes. Lorsque nous, Missionnaires Xavériens, sommes arrivés au Maroc il y a trois ans et demi, nous avons voulu nous joindre à cette nouvelle mission et nous ouvrir au dialogue interreligieux d'un point de vue spirituel, c'est-à-dire par la prière. Certaines circonstances, que je ne citerai pas pour ne pas entrer dans les détails, ont permis la rencontre entre les membres de la Tariqa Alawiya de Tétouan et les Missionnaires Xavériens de Fnideq. Et petit à petit, nous nous sommes retrouvés grâce à ce que je considère comme une graine déjà semée par d'autres, et qu'il nous appartient d'observer et de savourer dans ses germes, en contemplant la nouveauté de sa plante.
Mgr Claude Rault, évêque émérite du Sahara algérien (diocèse de Laghouat-Ghardaia) et actuellement membre du Service national de rencontre avec les musulmans de la Conférence épiscopale de France, qui était à Tétouan pour une session sur l'Évangile de Marc pour les novices des Petites Sœurs de Jésus, nous a accompagnées à l'une de nos réunions de prière et nous a rappelé certains principes de cette prière :
- Chacun de nous doit être ce qu'il est, qu'il soit musulman ou chrétien.
- L'expérience de Dieu de l'autre m'aide à grandir dans ma foi.
- Notre unité réside dans la recherche de Dieu à travers nos diverses pratiques de foi.
- Il ne s'agit pas d'un amalgame, mais de s'identifier pleinement à sa foi et d'être touché par l'expérience spirituelle de l'autre.
- Il y a des moments de prière musulmane auxquels les chrétiens assistent par leur simple présence et des moments de prière chrétienne auxquels les musulmans assistent par leur simple présence[8].
Conclusion
Il ne fait aucun doute que nous nous engageons sur un chemin peu fréquenté, un beau chemin, à la fois intrépide et attrayant, sur lequel nous devons nous arrêter et réfléchir, mais qui s'expérimente et s'évalue à travers la vie de foi et de prière : « à leurs fruits, vous les reconnaîtrez. C'est un chemin sur lequel nous devons nous arrêter et réfléchir, mais qui s'expérimente et s'évalue à travers la vie de foi et de prière : « vous les reconnaîtrez à leurs fruits... » (cf. Mt 7, 16-20). Sur ce chemin, la dimension spirituelle est très importante, car notre présence doit être enracinée en Dieu : «Les musulmans attendent le témoignage de vrais chrétiens, le témoignage de vies données, car ils ont été transformés par la présence intime de la Transcendance rendue par la grâce désirable, communicable et délectable»[9]. La nouveauté du XXIe siècle, avec ses défis pour l'humanité et pour la mission, nous invite à être des hommes et des femmes de Dieu, à tisser des liens entre les croyants des différentes religions, à construire des ponts et à offrir une expérience de Dieu au monde d'aujourd'hui, à prier ensemble et à découvrir que nous venons de Dieu et que nous allons à Dieu, comme le dit le Concile Vatican II dans le décret Nostra Aetate :
«À notre époque où le genre humain devient de jour en jour plus étroitement uni et où les relations entre les divers peuples se multiplient, l’Église examine plus attentivement quelles sont ses relations avec les religions non chrétiennes. Dans sa tâche de promouvoir l’unité et la charité entre les hommes, et aussi entre les peuples, elle examine ici d’abord ce que les hommes ont en commun et qui les pousse à vivre ensemble leur destinée.
Tous les peuples forment, en effet, une seule communauté ; ils ont une seule origine, puisque Dieu a fait habiter tout le genre humain sur toute la face de la terre; ils ont aussi une seule fin dernière, Dieu, dont la providence, les témoignages de bonté et les desseins de salut s’étendent à tous, jusqu’à ce que les élus soient réunis dans la Cité sainte, que la gloire de Dieu illuminera et où tous les peuples marcheront à sa lumière »[10].
Avec tout cet héritage spirituel de l'Eglise et poussés par l'Esprit Saint, nous avons pu initier une expérience de prière islamo-chrétienne qui a pris la forme de moments de prière, d'un pèlerinage islamo-chrétien où l'on accueille et où l'on est accueilli, d'une retraite spirituelle dans le silence et à la recherche de Dieu. Enfin, la mission a beaucoup à voir avec la prière, comme le disent les Constitutions des Missionnaires Xavériens : « La prière est la première activité du missionnaire, le soutien de sa fidélité et de son engagement apostolique»[11]. En accueillant cette année 2024, année de la prière, en préparation du Jubilé de 2025, nous accueillons l'invitation à la vivre aussi dans la prière avec nos frères et sœurs musulmans sur la terre où ils nous offrent leur hospitalité.
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Article extrait de la revue Misiones Extranjeras: la oración y la misión. Preparación al Jubileo 2025 “te pido también por los que van a creer en mí mediante su mensaje” Jn 17,20, no 309 Abril-Junio 2024, pp 245-249. (Notre Traduction).
Note
[1] « Ah ! le Seigneur... toujours Il m'a donné ce que j'ai désiré ou plutôt Il m'a fait désirer ce qu'Il voulait me donner. « (C 31r ; Cf. Ms A, 71r ; LT 253), Thérèse de Lisieux, Œuvres Complètes, Lonrai Normandie, Cerf - Desclée de Brouwer, 1998, pp.190, 277, 608.
[2] « Christian de Chergé, L'invicible espérance, Montrouge Cedex, 2010, p. 223 (notre traduction).
[3] Le 30 novembre 2006, c'est la deuxième fois qu'un pape entre dans une mosquée, auparavant saint Jean-Paul II était entré dans la mosquée des Omeyyades à Damas. https://www.cath.ch/newsf/benoit-xvi-se-recueille-dans-la-mosquee-bleue-d-istanbul/
[4] https://www.vatican.va/content/francesco/fr/travels/2019/outside/documents/papa-francesco_20190204_documento-fratellanza-umana.html
[5] Jean-Marc Avelin, Dieu a tant aimé le monde, petite théologie de la mission, Clamecy, Cerf, 2023, pp. 64-65 (notre traduction).
[6] Paroles recueillies lors d'une conversation avec des jeunes Espagnols pendant les Exercices Spirituels au Monastère de Notre-Dame de l'Atlas à Midelt, Maroc.
[7] Cf. Frère Jean-Pierre, Nicolas Ballet, L'esprit de Thibhirine, Seuil, 2012, pp. 163-192.
[8] Cf. https://afrique.xaveriens.org/blog/dialogue-interreligieux/item/les-coeurs-unis-creent-la-paix-ribat-el-salam
[9] Jean-Mohamed Abd-El-Jalil, Témoin du Coran et de l'Evangile, Cerf-éditions franciscaines, Paris, 2004, p. 47.
[10] Nostra Aetate, 1
[11] Constitutions des Missionnaires Xavériens, article 43.
Experiences of Encounter Between Muslim and Christian Worshippers Praying to God
Friendship
A Sufi friend told me a year ago: “Rolando, what we need to do every morning when we wake up is ask God what He wants us to do, because we do nothing on our own without His help.” That idea has lingered in my spirit since then. It came from a friend, and this Muslim friend helps me live and give meaning to my prayer life. Clearly, he is a man seeking God, and his search for God encourages my own. Without premeditation, we have been walking a path together, he as a Muslim and I as a Christian, helping each other along the way. Our friendship is paving paths toward God.
This shared journey sparked the desire for an Islamo-Christian pilgrimage last year. Rather than overthinking it, we allowed the idea to mature through prayer and time. Undoubtedly, God meets us and prepares the path, but we must walk it. This journey requires trust; without trust, it is difficult to walk into the unknown. Trust forges our faith, which God strengthens, allowing us to glimpse truths that we know but must experience—that God always surpasses us and never fails when we move forward in reliance on Him.
Walking Together
Walking together toward God sounds appealing, but let us not forget that one of us is Muslim and the other Christian, and neither wants to abandon their faith. Yet, we are certain that God accompanies us on this journey, enabling us to walk in trust. When obstacles fall away and barriers dissolve, God is truly experienced. These obstacles may include prejudices, past negative experiences, or fear of the unknown.
Sensitivity is required to spiritually discern God’s will. This involves understanding the inner movements of the heart, which manifest as peace, serenity, trust, fear, restlessness, or unease. It requires surrender, trust, abundant prayer, questioning oneself and others, and discerning which paths to avoid or explore, even if untraveled.
Listening to the Heart
Some time ago, I read a thought from Thérèse of Lisieux that has personally guided me and brought me joy: God “makes us desire what He wishes to give.” Yes, the heart undoubtedly receives the motions of the Spirit. We must learn to read, feel, and pray over them. Ultimately, this journey is not solitary; God places the same desires in others. It is astonishing when a non-Christian, like my Muslim friend, shares these desires, having arrived at them through a different path. This opens new understandings of God, who infinitely surpasses us and leads us to desire the unprecedented.
My thoughts turn to the spiritual testament of Christian de Chergé, who expressed his deepest desire: to gaze upon the Father’s face and, with Him, contemplate His children of Islam as He sees them.
Jesus Inspires All Prayer
Jesus remains my central inspiration: “The hour is coming when true worshipers will worship the Father neither on this mountain nor in Jerusalem; true worshipers will worship in Spirit and truth” (Jn 4:23-24). Years ago, an image profoundly impacted me—Pope Benedict XVI praying in Istanbul’s Blue Mosque. His silent, prayerful gaze spoke volumes. Similarly, Pope Francis’ friendship with Imam Ahmed Al-Tayyeb, culminating in the Document on Human Fraternity, resonates deeply with me.
The Church of Jesus Christ encourages us to recognize it as a mission on earth. This mission grows as we welcome the Holy Spirit, who pushes and sends us into the world, calling us to weave bonds of friendship, fraternity, social commitment, and prayer with believers of other religions. The time for religious wars is behind us, though their shadows sometimes persist. We are called to live relationships anew, with humanity and grace.
Mission as Dialogue and Salvation
I recently came across a small book offering a concise theology of mission by Cardinal Jean-Marc Aveline, Archbishop of Marseille. One excerpt stands out:
“Mission and dialogue are not opposites, though they are sometimes portrayed as such. Rather, they are about living the commandment of mission with the spiritual attitude of dialogue, inspired by God’s self-revelation. Astonishingly, the ways to God adapt to each human being’s cultural, social, or religious situation. This is the profound gratitude of every missionary, who discovers themselves preceded by God in all the Galilees of the nations they are sent to (Mk 16:7).”
Indeed, God is present in the world’s Galilees. As Jean-Pierre Schumacher, a survivor of Tibhirine, put it: “Our task is to detect the work of the Holy Spirit in our Muslim brothers and sisters.” A clear conviction is that the Spirit works in every human being, urging us to explicitly seek God’s face in others, regardless of their religion. We are all marked by the same Creator’s hand and inspired by the same vital breath to seek Him.
Ribat-el-Salam
Years ago, Algeria saw the birth of the Bond of Peace (Ribat-el-Salam), founded by Claude Rault and Christian de Chergé. These gatherings for Islamo-Christian prayer represent a spiritual dialogue. As Xaverian Missionaries arriving in Morocco three and a half years ago, we sought to immerse ourselves in this new mission and open ourselves to interreligious dialogue through prayer.
Various circumstances led to encounters between members of the Tariqa Alawiya of Tetouan and the Xaverian Missionaries of Fnideq. Over time, we have witnessed the blossoming of seeds planted by others, appreciating the growth and marveling at their novelty.
Monsignor Claude Rault, Bishop Emeritus of the Algerian Sahara, joined one of our prayer meetings and shared these principles:
- Each person remains true to their faith, Muslim or Christian.
- The other’s experience of God enriches one’s own faith.
- Unity lies in the shared search for God through diverse practices.
- This is not a blending of faiths but a full identification with one’s own, while being touched by the other’s spiritual experience.
There are moments when Christians simply witness Muslim prayers and vice versa, creating profound moments of mutual presence.
Conclusion
We are embarking on a new, beautiful, and daring path. It is a journey requiring reflection, lived through experience and faith: “By their fruits, you will know them” (Mt 7:16-20). The spiritual dimension is vital, for our presence must be deeply rooted in God.
The challenges of the 21st century call us to be people of God, building bridges among believers of various religions and offering experiences of God to today’s world. As Vatican II’s Nostra Aetate states:
“All people form one community with a single origin in God, who made the whole human race to dwell on earth and has a common destiny: God.”
With this spiritual heritage and the Holy Spirit’s guidance, we have embarked on an Islamo-Christian prayer experience. Through shared prayers, pilgrimages, silent retreats, and seeking God together, we live out the essence of mission. As the Xaverian Constitutions affirm, “Prayer is the missionary’s primary activity, the foundation of their faithfulness and apostolic work.”
Welcoming 2024, the Year of Prayer in preparation for the 2025 Jubilee, we accept the invitation to live it alongside our Muslim brothers and sisters, who so graciously host us in this land.
Adapted from the magazine “Foreign Missions: Prayer and Mission,” Issue 309, April-June 2024.
Esperienze di incontro tra oranti: musulmani e cristiani in preghiera a Dio
Amicizia
Un amico sufi mi diceva un anno fa: “Rolando, quello che dobbiamo fare ogni mattina appena svegli è chiedere a Dio cosa vuole che facciamo, perché quello che facciamo non lo facciamo mai da soli senza il Suo aiuto”. Questa idea mi accompagna nello spirito da allora. Proviene da un amico, un amico musulmano che mi aiuta a vivere e a dare significato alla mia preghiera. È evidente che si tratta di un uomo che cerca Dio, e la sua ricerca di Dio alimenta la mia. Senza premeditare nulla, abbiamo intrapreso un cammino insieme: lui come musulmano e io come cristiano, aiutandoci reciprocamente. La nostra amicizia apre strade verso Dio.
È proprio così che è nata l’idea di una peregrinazione islamo-cristiana lo scorso anno. Senza cercare troppe teorie, abbiamo lasciato che l’idea maturasse nella preghiera e col tempo. Indubbiamente Dio ci viene incontro e prepara il sentiero, ma bisogna percorrerlo. Questo cammino richiede fiducia; senza fiducia è difficile avanzare verso l’ignoto. Ed è proprio la fiducia che forgia la nostra fede: Dio la rafforza e ci fa intravedere ciò che sappiamo ma che dobbiamo ancora sperimentare, cioè che Dio ci supera sempre e che, quando ci affidiamo a Lui, non delude mai.
Camminare insieme
Camminare insieme verso Dio: certo, suona bene. Ma non dimentichiamo che uno è musulmano e l’altro cristiano, e che nessuno dei due intende abbandonare ciò che è. Tuttavia, abbiamo la certezza interiore che Dio ci accompagna lungo il cammino, permettendoci di avanzare con fiducia. Quando gli ostacoli cadono e non ci sono più barriere, si fa esperienza di Dio. Questi ostacoli possono essere pregiudizi, brutte esperienze del passato o la paura di percorrere un sentiero sconosciuto.
Per sentire spiritualmente ciò che Dio vuole, è necessaria una certa sensibilità. Occorre conoscere i movimenti interiori del cuore, che si manifestano in pace, serenità, fiducia, paura, inquietudine o turbamento. Questo richiede abbandono, fiducia, molta preghiera, interrogarsi e confrontarsi, per discernere quali percorsi evitare e quali, anche se mai percorsi prima, possono essere intrapresi.
Ascoltare il cuore
Tempo fa, lessi un pensiero di Teresa di Lisieux che mi ha guidato personalmente e di cui godo nel viverlo: Dio “fa desiderare ciò che vuole darci”. Sì, senza dubbio è il cuore a ricevere le mozioni dello Spirito, e bisogna saperle leggere, sentire, pregare. Alla fine, questo cammino non si percorre da soli: Dio mette gli stessi desideri anche nell’altro. È straordinario quando l’altro, che non è cristiano come me ma musulmano, prova gli stessi desideri, giungendo ad essi attraverso altri sentieri. È qui che nasce una nuova comprensione di Dio. Dio ci supera infinitamente e ci porta a desiderare l’inedito.
Il mio pensiero va al testamento spirituale di Christian de Chergé, dove esprimeva il suo desiderio più profondo: “Se Dio, il Padre, me lo permetterà, desidero fissare lo sguardo nel Suo per contemplare con Lui i figli dell’Islam, così come li vede Lui”.
Gesù ispira ogni preghiera
Non smetto mai di ispirarmi a Gesù: per me, la Sua vita è centrale. “Non è né su questo monte né a Gerusalemme che i veri adoratori adoreranno Dio, perché Dio è spirito e verità, e i veri adoratori Lo adoreranno in spirito e verità” (Gv 4,23-24). Anni fa, un’immagine mi penetrò profondamente: Benedetto XVI che pregava nella Moschea Blu di Istanbul. Il suo sguardo orante e il suo silenzio mi dicevano tutto. Mi torna alla mente anche l’amicizia di Francesco con l’imam Ahmed Al-Tayyeb, concretizzatasi nel Documento sulla Fratellanza Umana.
Sì, la Chiesa di Gesù Cristo mi sprona a riconoscere che essa è una missione sulla Terra. Cresce nella misura in cui accogliamo lo Spirito Santo, che ci spinge e ci invia nel mondo, chiamandoci a tessere legami di amicizia, fraternità, impegno sociale e preghiera con i credenti di altre religioni. Sono ormai passati i tempi delle guerre di religione, che a volte ancora segnano le nostre relazioni. Siamo chiamati a viverle in modo nuovo, umano.
La missione come dialogo e salvezza
Mi è capitato tra le mani un piccolo libro che propone una teologia della missione contemporanea. È del cardinale Jean-Marc Aveline, arcivescovo di Marsiglia. Riporto un passaggio:
“Missione e dialogo non possono contrapporsi, come talvolta accade. Si tratta piuttosto di vivere il mandato missionario con l’atteggiamento spirituale del dialogo, ispirato dal gesto di Dio nella Sua rivelazione. La cosa più sorprendente non è che ci siano tanti cammini verso Dio, ma che i percorsi verso l’umanità si adattino sempre alla situazione culturale, sociale o religiosa di ogni persona.”
Dio è lì, nelle Galilee del mondo. Come diceva Jean-Pierre Schumacher, sopravvissuto di Tibhirine: “Il nostro compito è rilevare l’azione dello Spirito Santo che opera nei nostri fratelli musulmani.”
Ribat-el-Salam
Anni fa, in Algeria, nacque il Vincolo della Pace (Ribat-el-Salam), fondato da Claude Rault e Christian de Chergé. Questi incontri di preghiera islamo-cristiani rappresentano un dialogo spirituale. Come Missionari Saveriani, giunti in Marocco tre anni e mezzo fa, abbiamo cercato di immergerci in questa nuova missione e di aprirci al dialogo interreligioso attraverso la preghiera.
Diverse circostanze hanno favorito gli incontri tra membri della Tariqa Alawiya di Tetouan e i Missionari Saveriani di Fnideq. Col tempo, abbiamo assistito alla fioritura di semi piantati da altri, apprezzandone la crescita e meravigliandoci per la loro novità.
Monsignor Claude Rault, vescovo emerito del Sahara algerino, ha partecipato a uno dei nostri incontri di preghiera e ci ha condiviso questi principi:
- Ogni persona rimane fedele alla propria fede, musulmana o cristiana.
- L’esperienza di Dio dell’altro arricchisce la propria fede.
- L’unità risiede nella ricerca condivisa di Dio attraverso pratiche diverse.
- Non si tratta di una fusione di fedi, ma di una piena identificazione con la propria, lasciandosi toccare dall’esperienza spirituale dell’altro.
Ci sono momenti in cui i cristiani assistono semplicemente alla preghiera musulmana e viceversa, creando profondi momenti di reciproca presenza.
Conclusione
Stiamo intraprendendo un cammino nuovo, bello e audace. È un viaggio che richiede riflessione, vissuto attraverso l’esperienza e la fede: “Dai loro frutti li riconoscerete” (Mt 7,16-20). La dimensione spirituale è fondamentale, poiché la nostra presenza deve essere profondamente radicata in Dio.
Le sfide del XXI secolo ci chiamano a essere uomini e donne di Dio, a costruire ponti tra i credenti di diverse religioni e a offrire esperienze di Dio al mondo di oggi. Come afferma il decreto Nostra Aetate del Concilio Vaticano II:
“Tutti gli uomini formano una sola comunità con un’unica origine in Dio, che ha fatto abitare l’intero genere umano sulla terra, e un unico fine ultimo: Dio.”
Con questo patrimonio spirituale e sotto la guida dello Spirito Santo, abbiamo avviato un’esperienza di preghiera islamo-cristiana. Attraverso preghiere condivise, pellegrinaggi, ritiri in silenzio e la ricerca di Dio insieme, viviamo l’essenza della missione. Come affermano le Costituzioni dei Missionari Saveriani: “La preghiera è la prima attività del missionario, il fondamento della sua fedeltà e del suo lavoro apostolico.”
Accogliendo il 2024, Anno della Preghiera in preparazione al Giubileo del 2025, accettiamo l’invito a viverlo insieme ai nostri fratelli e sorelle musulmani, che così generosamente ci accolgono in questa terra.
Articolo tratto da “Missioni Estere: Preghiera e Missione”, aprile-giugno 2024.
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