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Nican Mopohua – Nuestra Señora de Guadalupe

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Hacia una catequesis Práctica, Inculturada y Liberadora

Muchos estamos convencidos que Guadalupe es la expresión teológica de un pueblo vencido por la fuerza de las armas, pero que no se resigna a morir y que resiste valerosamente manteniendo, contra viento y marea, sus esperanzas y utopías ancestrales. El evento guadalupano es una manifestación del México profundo, que se halla presente en todos los mexicanos. En ese sentido el Guadalupanismo es un modo de ser y una voz antigua, que viene de siglos atrás, y a la vez una palabra actual de los pobres que, ante el avance implacable de proyectos de muerte, renuevan constantemente su capacidad de resistencia, llevándola a su última trinchera que es el ámbito religioso y de la piedad popular.

Como todos los relatos de este género, el Nican Mopohua presenta la propuesta guadalupana como un planteamiento sumamente simple: Construir un teocál-li (templo) en el Tepeyac, que parecería una petición absolutamente intranscendente. Pues es lo mismo que hace la institución eclesiástica para mostrar su poder religioso. Sin embargo, el templo de Juan Diego adquiere un sentido totalmente distinto al de la institución tanto por el lugar de su edificación como por la finalidad de su uso. 

Pero construir el templo en el Tepeyac es darle la razón al indio, quien en el frustrado “Diálogo de los Doce” había sostenido tercamente que el Dios cristiano era el mismo que el Dios indígena, frente a la no menos terca decisión de los misioneros, que afirmaban que todo lo indígena era obra del demonio. El texto del Nican Mopohua trata de probar que en Tonántzin-Guadalupe (Nuestra Venerable Madre Guadalupe) se hermanan las dos vertientes religiosas que conformarán en adelante el alma india del Continente. Porque Ella es la Madre de Téotl Ipalnemohuani, (Dios por Quien vivimos) que es Teyocoyani (Creador de Sí mismo), Totecuyo (Nuestro Señor), Tloque-Nahuaque (Que está Cerca y Junto de nosotros), Ilhuicahua-Tlalticpaque (Señor del Cielo y de la Tierra), (cf. Nican Mopohua, 22), es decir, Ella es Madre de todo el panteón indígena prehispánico; y, al mismo tiempo, la Madre de Nuestro Salvador y Nuestro Señor Jesucristo (Nican Mopohua, 53). 

La finalidad del templo es: oír, remediar y curar todos los lamentos, miserias, penas y dolores del pueblo (Nican Mopohua, 25). El texto usa cuatro expresiones para hablar de la situación del pueblo. En la simbología mesoamericana el número cuatro (nahui) habla de la totalidad. Por lo tanto, se está refiriendo a la liberación del pueblo oprimido de todo lo que lo oprime. La prueba, para Juan Diego, de la eficacia de este planteamiento es la curación del tío Juan Bernardino del mal que le sobrevino por causa de la sociedad colonial. 

El templo tiene así mismo una parte propositiva, lo que hay que lograr una vez hecha la liberación, que es mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa (Nican Mopohua, 23). El templo entraña la construcción de las utopías del pueblo en la historia concreta porque implica transformar los riscos, mezquites, nopales, espinas y abrojos del cerro en turquesas, oro, piedras preciosas y flores refulgentes. En consecuencia, se trata de convertir la noche en día y el invierno en primavera, es decir, convertir la historia colonial en historia de salvación.

Los beneficiarios del proyecto guadalupano son Juan Diego, el Tío y los moradores de esta tierra, es decir, el pueblo pobre del Anáhuac. Pero no es un planteamiento exclusivamente étnico. Se abre a todas las naciones que me amen, que me hablen, que me busquen y en mí confíen. En ese sentido es un planteamiento universalista, porque en él caben los de cerca y los de lejos, los indígenas y los no indígenas. Por eso muy rápidamente lo guadalupano traspasó las fronteras mexicanas y se ha hecho parte de la religiosidad popular de toda América. Y ahora también de gente de Europa, África y Asia.

El propósito último de la propuesta guadalupana es transformar la escena primera del indio arrodillado ante el obispo en la escena final: el obispo arrodillado ante el indio. En el fondo, por tanto, implica cambiar radicalmente la historia de opresión en historia de amor, compasión, auxilio y defensa, para el pobre, el xocoyotzin, es decir, para el más pequeño de los hijos, tal como señala el Arzobispo Don Bartolomé Carrasco Briseño, que fuera arzobispo de Oaxaca de 1977 hasta su muerte en 1999:

“Nota distintiva de la evangelización guadalupana, que coincide plenamente con el Kerigma de los Apóstoles, es el planteamiento ante el evangelizando, de un proyecto salvífico, que va a la raíz de los problemas del pueblo y que se opone al proyecto de pecado que hay en la sociedad. Ciertamente, en boca de la Virgen de Guadalupe, dicho proyecto no llega hasta el detalle de dar lineamientos históricos concretos de acción a nivel económico y político. Ese no era el papel de la Virgen, sino del pueblo, que ha de hallar las mediaciones históricas concretas más adecuadas para canalizar el contenido ideológico-religioso liberador que proporciona la Virgen de Guadalupe”.

“Sin embargo, el proyecto es real y viable históricamente; porque al sujeto que lo ha de llevar a cabo se le devuelve la dignidad perdida: ‘Tú eres mi embajador, en ti pongo toda mi confianza’ (Nican Mopohua, 87). Y además se le señala el camino a seguir: evangelizar al Obispo, para que éste, desde su servicio de guía pastoral, participe activamente en la construcción del nuevo pueblo mexicano”.

“Objetivamente también el proyecto está claro: el Templo es el símbolo de una realidad nueva y global en la que sean remediadas totalmente los ‘lamentos, miserias, penas y dolores’ del pueblo. Es el símbolo de un proyecto de vida que hay que construir, en el que las mayorías pobres... sean, en verdad, agentes y beneficiarios del desarrollo nacional, en el que se respeten plenamente los derechos sociales, culturales y religiosos del pueblo y en el que él sea capaz de transformar la aridez de la tierra actual que sólo produce ‘riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites” en el paraíso que soñaron nuestros antepasados’ 

Juan Manuel García Quintanar - Cenami
12 December 2021
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