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La afectividad masculina

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1.- Introducción

En este segundo tema sobre la “sexualidad, madurez humana y Vida Consagrada”, quisiera entrar en una dimensión fundamental de nuestra vida sexual, la cuestión de los afectos, la afectividad; más aún vista desde nuestra realidad de “varones consagrados”. Como bien sabemos, afecto y sexualidad es uno de los “registros” fundamentales de la propia persona. Es decir, no es todo lo que somos, pero, cuando nos abrimos, tocamos o reaccionamos conforme a ese registro afectivo sexual, todo lo que somos se moviliza: lo fisiológico, químico y emocional, lo imaginario, la voluntad, la inteligencia y la razón, la memoria. Es una dimensión tan básica de la experiencia humana que si bien afecto-sexualidad no es todo en nuestra persona, si tiene relación con todo y todo lo que somos resulta afectado por ello. No somos solo afecto y sexualidad, pero no seríamos humanos sin afecto y sexualidad; sin afecto-sexualidad seríamos autómatas, zombis, descerebrados, muertos en vida o sólo muertos. Entre todos los registros de nuestra persona, el afecto y la sexualidad representan una de las dimensiones más englobante de la existencia.

Cuando hablamos de registro también hablamos de que es una puerta de entrada, una clave de lectura, una lente u óptica, es un punto desde el que se explica el conjunto, lazo que une el todo. Nuestra afectividad masculina es pues una clave de lectura de nuestras acciones, actitudes y comportamientos. Es por ello que considero importante tratarla, conocerla, descubrirla y sobre todo aprender a integrarla en nuestra opción vocacional; en nuestra decisión de ser varones consagrados en camino de santidad y de donación. Como dijimos en el último encuentro comunitario, necesitamos vivir un proceso de integración de nuestra afectividad para vertebrarla desde la óptica del evangelio y de nuestra opción vocacional para finalmente configurarnos con Cristo, hombre verdadero quien supo vivir con toda su afectividad varonil integrada y orientada en la construcción del Reino.

2.- La afectividad Masculina

a) Nuestro contexto

Hablando de las realidades culturales de todos nosotros o de la mayoría de nosotros, podemos decir, antes que nada, que, a causa de la manera como fuimos educados, nosotros los varones conocemos poco el mundo de los sentimientos. Por supuesto que los tenemos, que experimentamos algunos, pero no demasiados; es verdad también que la expresión de los sentimientos es distinta en los hombres y en las mujeres. Pudiéramos preguntarnos: ¿por qué no manejamos completamente el mundo de los sentimientos?

Una primera respuesta pudiera ser que estamos condicionados por ideas preconcebidas de lo que debe ser un hombre, los varones aprendimos muy pronto que solo podíamos sentir un rango muy pequeño de sentimientos, por decirlo así, varoniles: agresividad, competitividad, coraje, jovialidad y los sentimientos asociados a tener el control. Cuando crecemos se les añaden los sentimientos sexuales, comúnmente expresados como “calentura”. Si me permiten una comparación para darme a entender, es como si los varones sólo pueden captar cinco estaciones de su radio FM cuando en verdad hay muchas más estaciones. En un coloquio hace días me pasó que, uno de ustedes hablando de su interior, quería describir un sentimiento, algo que sentía y no encontraba la palabra, no sabía cómo describir el sentimiento que sentía. Los hombres muchas ve3ces no sabemos qué es ni cómo se llama lo que estamos sintiendo. En las sociedades de nuestras procedencias, la debilidad, la confusión, el miedo, la vulnerabilidad, la ternura, la compasión y la sensualidad están permitidas principalmente a las mujeres. Un muchacho que siente alguno de estos sentimientos es rápidamente catalogado como maricón, afeminado, “vieja” …. Quizá desde la educación materna que pedía que sus hijos varones no fueran demasiado débiles o indefensos. También vivimos una cultura machista que hace una virtud del aguante, de la fuerza, del coraje ciego.

Es por eso, y no hay que extrañarse, que a los hombres se nos dificulten mucho las relaciones cercanas, intimas, pues ¿qué tipo de relaciones interpersonales se pueden construir con base en expresar solamente sentimientos de competitividad, coraje, jovialidad, genitalidad? Lo más seguro es que sean relaciones de competencia, de fuerza, de control. ¿Cómo podrá haber intimidad sin sentir ni expresar compasión, ternura, delicadeza, confianza, entrega y las demás emociones “prohibidas” a los hombres? Esta manera de educar a los hombres ayuda muy poco a la formación para las relaciones íntimas y profundas.

Es muy importante que los hombres nos demos el permiso de sentir los sentimientos y luego expresarlos a la manera masculina y no copiar a las mujeres en la expresión. Expresar por ejemplo la ternura y la debilidad a nuestro modo. Qué bueno sería que aumentáramos en nuestra lista de sentimientos más y más nombres, maneras de describir los sentimientos. Les ofrezco un recuadro con una lista de sentimientos y necesidades, una lectura y una identificación de esos sentimientos y necesidades en tu vida te ayudará ciertamente.

Otro problema con esta educación afectiva “castrante” a los hombres es que se etiqueta cualquier sentimiento positivo hacia otra persona como un sentimiento sexual relacionado con la genitalidad. Si el varón siente que una mujer le agrada es fácil que interprete que se trata de una atracción sexual y se equivoca. En la relación hombre-mujer el varón deriva fácilmente en la genitalidad. Esto de identificar correctamente nuestras necesidades afectivas es un tema que puede ser muy liberador para nosotros religiosos/sacerdotes. Es una ayuda concreta para vivir mejor nuestra castidad. No es raro encontrar sacerdotes que al sentir una carencia afectiva inmediatamente concluyen que es un problema de celibato, cuando no necesariamente es así. Es muy diferente la necesidad de sentirme comprendido y escuchado después de un día muy conflictivo, que acostarme con una mujer. Es muy importante detectar mi necesidad afectiva y llamarla por su nombre para no creer que toda necesidad en el sacerdote es genital. Por ejemplo: a veces necesitamos, en momentos de debilidad, lo que llamamos, contención, en otras palabras, un hombro en el que apoyarnos y nos sostenga; otras veces necesitamos escucha sin juicios, y ser realmente lo que sentimos; otras necesitamos sentir la ternura como cuando éramos niños; otras necesitamos sentirnos apreciados y valorados, que lo signifiquemos a alguien; necesitamos reírnos de nosotros mismos y no tomarnos tan en serio, etcétera, y esto no significa que tengamos necesariamente problemas en la castidad. También hay que tener cuidado en nuestro trato con las personas durante nuestro ministerio, puesto que no se nos enseñó a diferenciar las necesidades afectivas, cuando otra persona nos pide que atendamos alguna de esas necesidades, por ejemplo, saberse querida, interpretamos que lo que quiere es genitalidad. La maduración afectiva pasa cuando uno de nosotros se hace cargo de sus necesidades afectivas y las atienda de manera responsable y constructiva de acuerdo con sus principios y valores, de acuerdo con su opción de vida o vocación. Por ello, para atender mis necesidades ayuda ser respetuoso de los demás para no usarlos como objetos. También parte del aprendizaje de toda persona, incluyéndonos los célibes, es reconocer y aceptar que algunas necesidades no podrán ser atendidas y se sentirá la frustración y la carencia. Toda persona en la vida pasará por la experiencia de no poder satisfacer todas las necesidades y se enfrentará con la frustración. También nosotros, por la opción celibataria que hemos decidido, y al no tener un proyecto de vida que incluya las relaciones sexuales, así como un proyecto de pareja o de paternidad biológica, nos traerá frustración. Se trata de aprender a manejarla para que no nos destruya.

En este tipo de situaciones lo importante es que el valor de lo elegido sea muy grande para que ayude a sobrellevar los sentimientos cuando viene la añoranza. En nuestro caso, es vivir tan impactados por el Señor Jesus y su proyecto de vida que lo demás no lo alcance. Es saborear la alegría y la satisfacción de amar de manera amplia a tantas personas y de manera gratuita, desinteresada. Por eso nos ayuda mucho a los célibes revivir el primer amor, donde sentimos el impacto de la persona de Jesús que nos abrió un horizonte tan atractivo como para dejar nuestra familia y otros proyectos. Es reavivar esa relación que nos adentra en el corazón de las personas y del mundo y nos hace sentirnos uno con ellos y en una profunda sensación de comunión y plenitud.

b) Reeducación afectiva

Y, ¿qué puede hacer el varón ante esta educación tan empobrecedora de la persona? Tomar la decisión de reeducarse afectivamente. Dejar de ser el indigente emotivo que hasta ahora ha sido. Abrirse y recuperar el mundo de los sentimientos es como recuperar una pierna después de que equivocadamente se le amputó porque dijeron que era un estorbo para la vida. Para caminar se necesitan las dos piernas. Revisar y desprender entonces aquellas ideas del modelo que le impiden ser él mismo. Abrirse con el director espiritual, el formador o un acompañante profesional para entrar en el mundo de los sentimientos, identificarlos, llamarlos por su nombre e integrarlos en esta opción de vida llamada consagración religiosa.

En el mundo de los sentimientos y las necesidades afectivas (cfr. Cuadro de sentimientos y necesidades) hay dos momentos importantes:

  • La aceptación de los sentimientos y necesidades. Es decir, darse permiso de sentir, sin reprimirlo por ideas, moralismos o paradigmas. Bautizar y nombrar las emociones. Aceptar todos los sentimientos como lo que son: aliados en la vida. Cada sentimiento es una revelación de nuestro interior, de algo que somos y que está adentro. Preguntarse qué dicen de mí, ofrece una oportunidad grande para que me conozca como realmente soy.
  • Comunicar los sentimientos. Una vez experimentados y conocidos, estaremos en la posibilidad de comunicarlos a aquellas personas que nos den confianza. El aprender a pedir ayuda a alguien que nos quiera mucho, que nos acepte, facilitará que la persona aprenda a expresar, al principio con la lentitud normal, los sentimientos sin sentirse reprobado.

3.- Conclusión

Los varones tenemos la misma capacidad emotiva que las mujeres y tenemos posibilidades de enriquecer nuestra vida, sabiendo usar esta capacidad desde nuestra realidad varonil, desde nuestra manera varonil de hacerlo. El desbloquear nuestra vida afectiva nos traerá también otra ganancia: sentir, sin miedo, el cariño entre hombres, pues no solo necesitamos el cariño femenino, sentirnos hermanos. Es muy nutritivo sentir el apoyo y el cariño de otro varón. Los grandes amigos de la infancia y la adolescencia, cuando formábamos “el club de Tobi” nos daba la sensación de seguridad ante el mundo. No debemos perderlo y la vida comunitaria nos da una posibilidad muy grande. Un amigo es un tesoro, dice la Biblia, es una riqueza contar con un amigo íntimo varón que nos aprecie y valore. Vivir una relación segura, sin competencias, con otro varón nos enriquece. Saber vivir nuestras relaciones interpersonales en comunidad con esta libertad y honestidad consigo mismo es un valor y un instrumento para vivir plenamente.

P. Rubén Antonio Macias Sapién sx

Bibliografía

  • Luis Valdez Castellanos sj, Plenitud Sacerdotal. Buena Prensa, 2018.
  • Notas: Afecto, sexualidad y celibato. Curso sistemático de formadores 2019.
Rubén Antonio Macias sx
07 Gennaio 2022
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