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“MISERICORDIA ET MISERA”

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“MISERICORDIA ET MISERA”

(Carta Apostólica del Papa Francisco)

Introducción

Al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia, el Papa, con la Carta Apostólica “MISERICORDIA ET MISERA”, quiere en primer lugar que no nos olvidemos de la misericordia de Dios y, en segundo lugar, que sigamos siendo ‘misericordiosos’ como el Padre, operando, principalmente, las obras de misericordia corporales y espirituales, que hemos aprendido con motivo del Jubileo. Por esta razón, ha creído oportuno donarnos este ‘vademecum de la misericordia’, con indicaciones precisas y concretas para no olvidar que en el corazón del Evangelio encontramos los pobres y pequeños, necesitados de amor y de misericordia.

Motivaciones.

En el trasfondo de la Carta encontramos el episodio evangélico del encuentro entre Jesús y la pecadora adúltera (Jn 8, 1-11), entre su misericordia y la ‘miserable’ mujer (MISERICORDIA ET MISERA)[1]. En el episodio se plasma el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro con el pecador: “en el centro -comenta su Santidad- no aparecen la Ley ni la justicia legal, sino el amor de Dios que sabe leer el corazón de cada persona” (n.1).

La Misericordia, que hemos experimentado a lo largo del Jubileo, pide ser siempre ‘celebrada y vivida’. Por tanto, el poder contar con la misericordia divina debe ayudarnos a mirar el futuro con esperanza y a estar listos para encaminar siempre nuestra vida por la vía del amor y del perdón[2]. La Misericordia y el ‘perdón’, en efecto, han sido los signos más visibles de Jesús durante toda su vida[3]. El saberse perdonados, además, debe suscitar ‘alegría’: “Estad siempre alegres en el Señor” (Flp 4, 4; 1 Tes 5, 16). Alegres porque Dios ha destruido nuestras culpas y ha arrojado nuestros pecados al fondo del mar (Miq 7, 19)[4].

Indicaciones y propuestas.

Concluido el Jubileo, por tanto, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir viviendo, con fidelidad, alegría y entusiasmo, la riqueza de la misericordia divina (n. 5). Es acerca de ese ‘cómo mirar’ hacia adelante, dando continuidad al Jubileo de la Misericordia, que el Papa nos sugiere pistas concretas y propuestas eficaces.

1. La “conversión pastoral”.

Dentro de la ‘nueva evangelización’ no debe faltar la experiencia de la misericordia y su correspondiente ‘ministerio’. Para lograrlo, el Papa nos indica la necesidad de la ‘conversión pastoral’. Se trata de convertirnos, pastoralmente, a este proyecto evangelizador, cada día, gracias también a la fuerza renovadora del Espíritu Santo.

2. Celebrar la misericordia.

Estamos llamados a celebrar la Misericordia y, desde luego, su mejor y más precioso espacio es la ‘liturgia’, principalmente, la Eucaristía. Desde el inicio hasta el final de la ‘celebración eucarística, en efecto, la Misericordia aparece varias veces en el diálogo entre la asamblea orante y el corazón del Padre. En efecto, desde el ‘Señor, ten piedad’, a través de muchas oraciones colectas, hasta los prefacios y la plegaria eucarística, por ej. la IV, todo emana Misericordia. En resumen, puntualiza el Papa, “cada momento de la celebración eucarística está referido a la Misericordia de Dios” (n. 5).

En fin, en toda la vida sacramental, la Misericordia se nos da en abundancia y, más explícitamente, en los sacramentos de la ‘Reconciliación’ y de la ‘Unción de los enfermos’. Sin olvidar que, a lo largo de toda la Palabra de Dios, incluyendo primeramente el Misterio Pascual, la instancia del amor misericordioso de Dios es claramente preponderante.

3. El “día de la Sagrada Escritura”.

Para no perder el gusto de la Palabra, anunciándola y conociéndola, el Papa propone a todas las comunidades organizar el día de la “Sagrada Escritura”, en un Domingo del Año Litúrgico. Entre las iniciativas de difusión de la Escritura sería oportuno, agrega el Papa, la práctica de la “Lectio Divina” para que, a través de la lectura orante del texto sagrado, se fortalezca y crezca la vida espiritual (n. 7). Seguramente reconfortante es retornar a amar la Palabra de Dios y a su ‘Autor’.

4. No descuidar el “Sacramento de la Reconciliación”.

Justamente -nos aclara el Papa- “la celebración de la Misericordia tiene lugar, de modo especial, en el Sacramento de la Reconciliación, porque es el momento en el que sentimos el abrazo del Padre, que sale a nuestro encuentro, para restituirnos, de nuevo, la gracia de ser sus hijos” (n. 8). La reconciliación, además, es también la vía inicial de la conversión a Dios, que se realiza, luego, por ‘vivir la caridad’ y por aprender a ‘perdonar’. Es el amor, de facto, que cubre la multitud de los pecados (1 Pe 4, 8).

5. El servicio de los “Misioneros de la Misericordia”.

A continuación, el Papa agradece el servicio de la misericordia, prestado principalmente por los “Misioneros de la Misericordia”, a lo largo del Jubileo. Ha sido una experiencia tan importante que el Papa pide que se prolongue: “como servicio concreto de que la gracia del Jubileo siga siendo viva y eficaz” (n. 9).

Para un mejor servicio ministerial de la Confesión-Reconciliación, nos dice el Papa, “es importante que los sacerdotes se preparen mejor para ello”. ¿Cómo? Siendo acogedores con todos, testigos de la ternura paterna, solícitos en ayudar a reflexionar, claros a la hora de presentar los principios morales, disponibles para acompañar a los fieles en el camino penitencial, prudentes en el discernimiento de cada caso, y generosos en el momento de dispensar el perdón de Dios (n. 10). Sin nunca olvidar que “Dios nos reconcilió consigo, por medio de Cristo, y nos encargó el ministerio de la reconciliación” (2Cor 5, 18).

6. El puesto central del Sacramento de la Reconciliación: las “14 horas para el Señor”.

Otra implicación del Jubileo de la Misericordia, según el Papa, debe ser la de devolver un puesto central, en la vida cristiana, al ‘ministerio’ del Sacramento de la Reconciliación, por parte de los sacerdotes, y a la práctica de la confesión. Ocasión propicia para ello puede ser la celebración de la iniciativa, ya experimentada durante el Jubileo, de las “14 horas para el Señor”, posiblemente cercana al IV Domingo de Cuaresma.

7. El perdón del pecado de “aborto”.

El Papa es de la opinión de que ‘no existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a Él, reconociendo que se ha equivocado’ (n. 11). Quedarse solamente en la Ley, por tanto, equivale a banalizar la fe y la misericordia divina. Además, no debe interponerse ningún obstáculo entre la misericordia de Dios y el sincero arrepentimiento del pecador, entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios.  Por eso, su Santidad, extiende la facultad de perdonar el ‘pecado de aborto’, a todos los sacerdotes, dando, así, continuidad a la experiencia del Jubileo: “de ahora en adelante -proclama el Papa- concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto y cuanto había concedido de modo limitado para el periodo jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante, cualquier disposición en contra[5]” (n. 12). La concesión pontificia, sin embargo, no debe inducir a pensar que el pecado de aborto haya perdido gravedad.

8. La inclusión de la “Fraternidad de S. Pío X”.

Deseando quitar todo obstáculo a la misericordia divina, el Papa reconoce, públicamente, la posibilidad de recibir la absolución de los pecados, válida y lícitamente, de parte de los fieles que frecuentan las iglesias de la ‘Fraternidad S. Pío X’, más allá del periodo jubilar y hasta nueva disposición (n. 12). Se trata de un detalle respetuoso hacia la Fraternidad y esperanzador en vista de la plena comunión con la Iglesia católica.

9. El rostro de la ‘consolación’.

Otra motivación para seguir ejerciendo eficazmente el ministerio de la Misericordia es la de poder ‘consolar’, en los momentos difíciles y dolorosos de la vida y de la historia de cada persona, a quien lo necesite: “consolad, consolad a mi pueblo” (Is 40, 1). Son, éstas, las palabras que el profeta pronuncia, hoy, para que ‘llegue una palabra de esperanza a cuantos sufren y padecen’ y para que no nos dejemos robar nunca la esperanza, que proviene de la fe en el Señor resucitado. Puesto que ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión, todos tienen necesidad de ‘consuelo’. Tal vez, también el ‘silencio’, en ciertas dramáticas circunstancias, puede ser de gran ayuda, sobre todo, cuando no existen palabras para responder a los interrogantes de los que sufren (n. 13). También, es importante que lleguen palabras de consuelo a las familias en crisis y tan probadas, hoy, por numerosas sombras y propuestas alternativas.

10. La “fantasía de la misericordia”.

Otra implicación del Jubileo, recién terminado, consiste en dar paso a nuevas y creativas iniciativas de misericordia y de caridad. Siempre, en efecto, es tiempo para la “fantasía de la misericordia”. Se trata de dar vida a iniciativas de ayuda, atención y solidaridad hacia los hambrientos, enfermos, presos, emigrantes y analfabetos. En fin, hacia a aquellos donde se visibiliza la ‘carne viva y sufriente’ de Cristo. Y es así como la misericordia cumplirá con su dimensión y ‘valor social’ y quienes la viven compartirán la alegría y la belleza de la solidaridad. El Papa, en fin, nos invita a concretar la caridad y, al mismo tiempo, a iluminar con inteligencia la práctica de las obras de misericordia. Con el ejercicio de la misericordia lograremos, también, devolver dignidad a las personas, para que tengan una vida más humana.

El carácter ‘social’ de la misericordia obliga -nos explica el Papa- a no quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía, de modo que los planes y proyectos no se queden solo en letra muerta. Estamos llamados, de hecho, a hacer que crezca una ‘cultura de la misericordia’: cultura que se plasma con la oración, la apertura al Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres (n. 20). Todos los tiempos, para quienes creen, son, inevitablemente, ‘tiempos de la misericordia’. 

11.  “La jornada mundial de los pobres”.

“A la luz del ‘Jubileo de las personas socialmente excluidas’, mientras en todas las catedrales y santuarios del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia -confiesa el Papa Francisco- intuí que, como otro signo concreto de este Año Santo Extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada mundial de los pobres” (n. 21). Será la preparación más adecuada a la Solemnidad de Cristo Rey, quien se ha identificado con los pequeños y pobres, y ayudará a todos a reflexionar sobre el drama de la pobreza y a descubrir los pobres ‘Lázaro’ del momento.

Esta Jornada constituirá, también, una ‘genuina forma de nueva evangelización’ y renovará el rostro de la Iglesia en su acción perenne de ‘conversión pastoral’, para ser visible testimonio de la misericordia.

Conclusión

Considero sumamente oportuna la Carta Apostólica del Papa Francisco ‘MISERICORDIA ET MISERA’, al poco tiempo de la conclusión del Jubileo de la Misericordia, para que no suceda como de costumbre, o sea, que todo pase en el olvido. Las instancias del Jubileo deben permanecer vivas en la vida de Iglesia, en los proyectos pastorales de las comunidades y, sobre todo, en la práctica de cada creyente. El haber recogido las sugerencias y las propuestas concretas del Papa, creo pueda facilitarnos su puesta en práctica para seguir siendo, así, misioneros de la Misericordia y sembradores de esperanza en nuestras tan necesitadas sociedades.  

Sin dejar de mirar a María, Madre de la Misericordia.

P. MARSICH


[1] Se trata de un comentario de S. Agustín acerca del encuentro entre Jesús y la adúltera: “quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia”.

[2] “La misericordia es esta acción concreta del amor que, perdonando, transforma y cambia la vida” (n. 2).

[3] La ‘miseria’ del pecado de la mujer, en este encuentro, ha sido revestida por la ‘misericordia’ del amor de Jesús.

[4] La misericordia, de hecho, suscita ‘alegría’ porque el corazón se abre a la esperanza de una vida nueva (n.3).

[5] Cf. Carta con la que se concede la indulgencia con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia (1 septiembre 2015).

Humberto Mauro Marsich sx
28 Gennaio 2017
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