Nos estamos acercando al final del año litúrgico en el cual, una vez mas, Jesús nos ha invitado a revivir el propio misterio de su vida desde el momento de su concepción y así experimentar nosotros mismos, en nuestras circunstancias muy personales, la aventura de su encarnación, su crecimiento y su proyecto de salvación y revivir en nuestra propia vida la riqueza de su enseñanza en búsqueda de la construcción del Reino de Dios, fin ultimo del proyecto de Dios Padre.
Seguramente, la vivencia de su enseñanza, a través de su palabra que escuchamos, por lo menos domingo a domingo, nos ha llevado a encontrarnos con nosotros mismos, con su Iglesia y con tantas personas deseosas de su comprensión, perdón, solidaridad, alegría, consuelo, felicidad y tantas circunstancias mas que él mismo va dejando en nosotros mediante todos aquellos que atraviesan nuestro camino de forma cotidiana, a saber: los enfermos, las mujeres, los niños, las autoridades, los comerciantes, los desempleados, personas en duelo, los ancianitos, los sacerdotes y consagrados, etc. Volvemos a revivir en nuestro caminar del día a día sus parábolas, sus discursos y sus encuentros. Experimentamos sus milagros, a veces en primera persona y en otras ocasiones como testigos del trabajo de la multiforme gracia de dios en los demás, pero seguramente, en todos esos momentos somos reedificados y solidificados en nuestra fe y nuestra voluntad. Ese es el fin y la eficacia de recorrer juntos ese calendario litúrgico no sólo de forma personal sino en unión con la iglesia local y universal incluidos también aquellos que el mismo Jesús va llevando a la gloria del cielo para gozar de la felicidad eterna.
Debe ser precisamente por todo este gran misterio que hemos mencionado que debemos acercarnos hacia una celebración solemne con la que cerramos ese ciclo año con año: “ Jesucristo Rey del Universo”.
Recordar que Jesús es rey del Universo es ser consientes de que todos debemos estar injertos en su proyecto de justicia, paz y amor para el mundo, pero esto se logra a través de nuestro trabajo y colaboración, a través de nuestros esfuerzos cotidianos, por ello es que decimos cada vez que rezamos el “Padre nuestro”: “venga a nosotros tu reino”. Con esta celebración también reconocemos que el reinado de Cristo es universal, es decir que está abierto a toda cultura, lengua, procedencia, situación económica, social, etc. Es un reinado que en vez de dominación sólo busca la armonía entre toda la creación de Dios y el encuentro entre todos sus hijos. De ahí que la iconografía mas conocida de “Cristo Rey” es la de un Jesús con los brazos abiertos y las marcas de su pasión en pies y manos que no hace exclusión de nadie.
Es, también, importante mencionar que esta fiesta nació, orgullosamente aquí en nuestro país. El 11 de Junio de 1914 México se convirtió en la primer nación en proclamar a Cristo como Rey. Por dicha razón es que, los obispos, buscaron un sitio que representara el centro geográfico del país en el cual se construyera una estatua a Cristo Rey. Así es como, bajo la guía del Sr Obispo de León Guanajuato, Don Emeterio Valverde Téllez, se construyó el primer monumento en el cerro del Cubilete en las inmediaciones de Silao Guanajuato que se inauguro el 9 de abril de 1920. No fue, sino hasta 1925, que el papa Pio XI, decreto, para la Iglesia universal la Fiesta de Cristo Rey. Desafortunadamente, aquella primer estatua seria destruida por un bombazo por ordenes del gobierno de Álvaro Obregón en pleno conflicto cristero el 30 de Enero de 1928. Actualmente, en la cima de dicho monte se encuentra todo un santuario a donde, desde aquel lejano 1914, nunca han dejado de asistir numerosas peregrinaciones y manifestaciones de piedad de connacionales y extranjeros proclamando a Cristo como su Rey.
Que esta fiesta nos llene el corazón de esperanza para seguir adelante con nuestra fe en Dios y que nada ni nadie nos desvíe de sus caminos.
