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Pueblos originarios

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El pasado 12 de octubre 2021 se ha llevado a cabo una Jornada virtual de sensibilización sobre los Pueblos Originarios. El conferencista que ha llevado adelante la reunión fue el Sr. Juan Manuel García Quintanar, miembro del Equipo Pastoral del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (Cenami).

Les presentamos a continuación el verbal de lo hablado y reflexionado ese día por parte del expositor.

Conferencia

El Sr. Juan Manuel comienza su exposición invitándonos a “Conectar… entrar en contacto, entrar en relación con el “otro-otra”, reconocer la “otreidad”. Una primera actitud para “acercarnos” a la realidad de los pueblos originarios radica en esta virtud, la apertura al otro.

Ese “otro” es quien, en la dinámica de la misión, me ayuda, me acompaña, me impulsa, me confronta, me corrige, me comparte, … me permite poder llegar a ser “misionero”, porque me dejo afectar por la dinámica del contacto o “dinámica de la reciprocidad”.

Un gran limite de la población mestiza es su falta de identidad. Se habla mucho de la vertiente española pero no de igual manera de su vertiente indígena. Es importante reconocer que todos “somos originarios” donde nacimos, lo somos, no escogimos donde nacer. Nacimos siendo “originarios”. La actitud de apertura, reconociendo mi identidad y la suya, la del otro, me da la posibilidad, la oportunidad de valorar mi propia identidad. Me hace ver que somos diferentes, pero no superiores, iguales pero diferentes, enriqueciéndonos así mutuamente.

Para ser “misionero”, requiero dejarme “misionar” por el “otro-otra”, al que quiero servir.

Al conectar, entramos en relación a un “contexto”… nuestra misión, siempre es una “misión situada” en un contexto específico.

Conocer ese contexto (social, cultural, lingüístico, económico, educativo, religioso, familiar, …) nos permite el poder hablar de “una misión específica”, claramente “situada”.

La capacidad que tenemos de ejercer nuestro ser misionero, es porque somos personas que crecimos en un “contexto particular” (familiar, lingüístico, geográfico,…) que nos “capacita” para entrar en relación con otros “contextos particulares”.

Como humanidad, tenemos una gran diversidad de formas de conocimiento, las cuales dependen del pueblo que las desarrolla. El lenguaje es cualquier procedimiento que sirve para la comunicación.

Frente a esta realidad, no hay culturas superiores, ni culturas inferiores, sólo hay culturas diferentes.

Es de suma importancia el aprendizaje de la lengua en la realidad misionera. Lamentablemente una cierta “flojera misionera” nos hace decir que “ellos me entienden….”, al hablarles en español olvidando que, al hablarles “dignificamos” al otro. La gente se interesa y valora cuando logramos hablarles en su lengua. Recordemos el pasaje de la zarza ardiente de Moisés, hablar su lengua “es descalzarme en la cultura del otro”, y descalzarme es respetar al otro, es dignificar al otro.

Los pueblos originarios “sufrieron” tener que aprender el español para poder acceder a las escuelas, a la educación. En las nuevas generaciones esto ha afectado mucho; se les ha obligado al “anonimato” ante la imposición del estado para estudiar el español.

En cuanto a la Iglesia, de los 68 pueblos originarios, actualmente, solo 5 tienen los ritos católicos en idioma originario; no se tiene la aceptación canónica de las liturgias propias de los pueblos originarios. De estas cinco, la última en ser aceptada ha sido el Nahuatl. Como lo dice el documento Ad Gentes (Vat. II) es una deuda que tenemos hacia ellos. Otra denigración sufrida es el hecho de llamarlos “dialectos”. Un dialecto es una lengua que se deriva de otra; en este caso, el español sería si un dialecto. Las lenguas originarias son verdaderas lenguas, no dialectos.

Es pues de suma importancia el uso de la lengua para “vivir el encuentro”. La lengua puede ser verbal, gestual, o escrita.

La experiencia de los 3 primeros misioneros franciscanos llegados a la Nueva España en enero/febrero de 1524, Fray Pedro de Gante, Fray Juan de Agora, Fray Juan de Tecto, al recibir a sus hermanos del grupo de “Los Doce primeros misioneros franciscanos” que llegan a la Nueva España en noviembre/diciembre del mismo año al frente de Fray Andrés de Olmos, este les pregunta al ver que todavía se quemaba copal en la ciudad de Tenochtítlan y persistían las imágenes de los dioses mexicas, les pregunto a los tres hermanos franciscanos que ya tenían 9 meses en el Nuevo Mundo: ¿qué han hecho en todo este tiempo, si aquí se sigue adorando a los dioses indígenas? Y le contestaron: Amado superior, en todo este tiempo hemos estado conociendo “una teología” que del todo desconoció San Agustín. (Refiriéndose a su dedicación por aprender la lengua, el náhuatl).

Hay una relación estrecha entre la lengua y el conocimiento.

El conocimiento no sólo se tiene en la mente, sino que se reflexiona, se comunica.

Acercarnos a las formas de conocimiento de determinado pueblo es necesario abordar varios niveles de la vida de ese pueblo.

El conocimiento es la manera como las personas, o las instituciones de una sociedad conciben, interpretan y comunican su realidad objetiva o subjetiva.

Una lengua desaparece cuando todos sus hablantes adoptan otra lengua o cuando muere el último integrante del grupo social que la habla.

En cuanto todavía exista una persona que habla su lengua propia, es posible recuperarla para la comunidad. El Nahuatl es una de las lenguas originarias que mas se habla aún en el país.

Como misioneros una de las maneras de apoyar a un pueblo que va perdiendo su lengua, porque ya no la transmiten de padres a hijos, o porque los hijos se avergüenzan de hablarla, por las presiones discriminatorias de la sociedad envolvente, los misioneros al aprender la lengua del “otro”, es una manera como =dignifica= la lengua y respeta el =espacio sagrado= de ese pueblo.

En la actualidad la mayoría de los indígenas son bilingües, ya que hablan su lengua originaria y el español. A nivel de la misión, esta realidad ha llevado a una gran mayoría de misioneros a vivir una “flojera misionera”, al desobligarse de aprender la lengua del pueblo al que sirven, independientemente de que sean bilingües.

Aprender la lengua del “otro”, es una manera de dignificar su lengua y a la vez dignificar la misión que se nos ha encomendado, ya que podemos reconocer y valorar la tierra del “otro” como = tierra sagrada =.

Los franciscanos, en 1529 crearon el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, dirigido por Fray Bernardino de Sahagún, quien siguiendo la propuesta educativa mexica retomó la estructura del calmécac (exclusivo para los hijos de los principales o tlatoanis, futuros dirigentes) y de esa escuela salieron los mejores trilingüistas que hablaban y escribían en español, náhuatl y latín, amanueses, escribanos. Uno de sus ex-alumnos que fungió más de 30 años como gobernador y hombre sabio, es Antonio Valeriano, a quien se le adjudica la escritura del Nican Mopohua.

Como misioneros “foráneos” tenemos una manera particular de adquirir conocimientos.

Al estar al servicio de los pueblos originarios, es conveniente aprender la manera como los pueblos a los que servimos construyen su conocimiento socialmente (familia, pueblo), o por grupos determinados, y se utiliza para expresar intenciones, ideas, comentarios, intereses, valores.

El tema de la comunicación con los pueblos originarios, nos debe abrir el corazón para estar en actitud de “aprendices” e imbuirnos de su contexto para poder aprender, entender y utilizar de manera integral sus mecanismos de comunicación experiencial a través de su vida, de sus mitos, de sus ritos, de sus símbolos, de su historia pasada y presente.

En el Nican Mopohua percibo de manera personal que la experiencia de Juan Diego con la Virgen, es un encuentro en donde la Virgen viene a restaurar y dignificar la experiencia de Dios que tuvieron los pueblos originarios antes de la llegada de los españoles.

Los frailes en el Diálogo de los Doce, descalifican la experiencia religiosa de los indígenas y “demonizan” toda su práctica religiosa.

En cambio, la Virgen en el Nican Mopohua, se presenta a Juan Diego, como la madre de Dios, en los nombres que Juan Diego lo conocía e invocaba:

“Santa María la madre del Dios de gran verdad”

“Santa María inninantzin inhueli telli Téotl Dios” (Madre del Dios de Gran Verdad)

Inipalnemohuani (de Aquel por quien vivimos)

Inteyocoyani (de El Creador de personas)

In Tloque Nahuaque (de El Dueño de lo que está Cerca y Junto)

In Ilhuicahua (del Señor del Cielo)

Tlalticpaque (y de la Tierra).

Esto nos debería llevar a “dignificar la misión” que nos ha sido encomendada, no somos enviados para condenar, sino para salvar. Somos enviados para dejarnos misionar y reconocer la presencia de “los Cristos diseminados en todas las culturas” (semini spermatikón = semillas de la palabra), y descubrir las maneras como Dios les ha salido al encuentro a los pueblos originarios y también a nosotros en medio de ellos.

El Papa Francisco nos invita insistentemente a ser una Iglesia “en salida” …, dispuesta a salir al encuentro del “otro” que nos afecta y a los que queremos afectar con la “alegría del Evangelio”, siendo de verdad “buena nueva” para los otros y también para nosotros.

Aprender la lengua y retomar los valores de los pueblos, llevándolos a la práctica puede ser una manera concreta y objetiva de dignificar al “otro y su cultura” y a la vez “dignificar la misión” que se nos ha encomendado.

Editado por P. Ruben Antonio Macias Sapien, sx
Comisión Parroquias - México

Juan Manuel García Quintanar
11 Novembre 2021
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