Skip to main content

¿PARA QUE SIRVE HOY LA POLÍTICA?

1608/500

                                           ¿PARA QUE SIRVE HOY LA POLÍTICA?

                                                          Reflexión ética

Pedimos disculpa si la pregunta es muy directa e imprevista, sin embargo, hoy en día, es oportuno que nos la hagamos también porque el 2018 es año de mucha política. Se elegirán los candidatos a puestos públicos y habrá elecciones gobernativas. ¿Valdrá la pena todo esto? ¿Tendremos los mismos rostros que transitan de un partido al otro? ¿Cómo puede la política ofrecer soluciones verdaderas a los problemas sociales de la gente sin proclamaciones y promesas engañosas? Escuchamos diario, en efecto, promesas de paraísos artificiales, de cambios radicales y, ahora sí, de felicidad y bienestar para todos. Pero, la política no es ‘magia’; tampoco ilusionismo o cuento de hadas. Los pasos de la pre-campaña, en nuestro querido México, los percibimos empantanados y los comicios los vemos como puestos de mercado donde cada candidato vende sus productos, con garantías y descuentos inclusos. Estamos oyendo, entre los contendientes, propuestas de estrategias opacas, recíprocas depreciaciones, excesos verbales y compromisos de dudosa sustentabilidad. Frágil permanece la esperanza de que algo cambie para el bien de la gente.

Esperando que los partidos y candidatos tomen conciencia del escepticismo y de la desconfianza que prevalece a lo largo del país, pensamos conveniente que el pueblo elector se acerque a la política protagonizando, con su voto, una nueva, activa y esperanzadora estación. Urge que el pueblo salga de las catacumbas, imponiendo sus necesidades concretas y exigiendo la búsqueda del bien común[1]. La impresión generalizada actual es que la política se ha vuelto ‘surrealista’ y se ha alejado de la ‘realidad’ en la cual se debate y sufre el pueblo. En efecto, parece ensañada a buscar objetivos alejados de las necesidades de la gente[2]. La “realidad”, esta sí, habla a la gente con lenguaje honesto y sencillo y tiene fuerza para pulir los esquemas ideológicos, populismos incluso, que pretenden tener en mano el ‘libro del mundo’. La realidad, por cierto, es la que se opone a las abstracciones demagógicas y a las promesas irrealizables. Es en el espacio de la realidad, de hecho, donde la política adquiere sentido; no en los cuentos de los políticos. Es la hora, por tanto, de que la política tome el camino de la realidad en un país con poca esperanza, pero con mucho rencor hacia la política de siempre.

En la agenda, si se quiere que la política vuelva acercarse a la gente, no deberían faltar las prioridades del momento histórico, que el país atraviesa: empleo, jóvenes y familia. Sin trabajo los jóvenes dejan de soñar y las familias se aíslan en carencias y desesperanza. En lugar de seguir proponiendo, a la nación, reformas intrascendentes y dar concesiones a las ideologías de moda, creemos más serio, sano y correcto centrarse en proyectos educacionales y en propuestas transformadoras de mayor alcance para un pueblo rico de valores, tradiciones y vivencias históricas importantes. Urgimos, en fin, una clase política que ame, de veras, a México y que construya puentes de diálogo entre todos los mexicanos, sin servirse de ellos para intereses personales. Ama a México, en fin, quien a él se entrega sin ambiciones ni utopías. No olvidemos, además, que sigue siendo ‘inmoral’ hacer promesas, incumpliéndolas, y especular sobre el miedo de la gente para atrapar votos.

México, en fin, se merece una política más comprometida con la realidad concreta y desea un protagonismo más contundente y crítico de parte de los ciudadanos. Su pueblo, mayoritariamente de formación cristiana, puede y debe hacerse más presente en la historia con la riqueza de sus valores y la honestidad de sus miembros comprometidos en política. Con la iluminación del Evangelio y la fuerza de la fe, en efecto, los católicos deben entrar en la contienda política buscando el bien común, defendiendo la vida y construyendo la paz: regalos de Dios y conquistas del hombre. A los católicos en política encomendamos los siguientes objetivos:

  1. Actuar con honestidad y espíritu de servicio;
  2. Mirar a los errores del pasado para construir un futuro mejor;
  3. Optar, en primer lugar, que a nadie falte lo necesario;
  4. Defender la vida de todos, priorizando la de los más frágiles y vulnerables;
  5. Tutelar los auténticos y reales ‘derechos’ humanos.

P. MARSICH S.X.

[1] Bien común, concretamente, se refiere al conjunto de circunstancias de carácter político, económico, cultural, moral y social que favorezca la realización de toda la persona y, posiblemente, de todas las personas. La realización de la persona es incluyente de todos los elementos que la constituyen: corporal, espiritual-moral y social.

[2] Me refiero al prestigio, al poder, al enriquecimiento ilícito, al robo institucionalizado y al bienestar de sus actores.

Humberto Mauro Marsich sx
20 Aprile 2018
1608 visualizzazioni
Disponibile in
Tag

Link &
Download

Area riservata alla Famiglia Saveriana.
Accedi qui con il tuo nome utente e password per visualizzare e scaricare i file riservati.